Rebuscando entre viejos archivos, me encontré la semana pasada estas dos pequeñas historias. Yo no sé a ustedes, pero a mí me ha sucedido en demasiadas ocasiones que, por no preguntar, por dar ciertas cosas por supuestas, por no indagar un poquito más, me he dado verdaderos planchazos. Lean y reflexionen.
Un matrimonio joven se instaló en un apartamento nuevo. La pareja decidió empapelar el comedor, por lo que fueron a ver al vecino, que tenía uno de las mismas dimensiones.
Vecino, queremos empapelar nuestro comedor como usted hizo con el suyo. ¿Cuántos rollos de papel compró?
Siete -respondió amablemente el vecino-.
Contando con esta importante información, los jóvenes esposos compraron siete rollos del papel más caro y de mejor calidad, con los que comenzaron a revestir las paredes. Pera resultó que al terminar el cuarto rollo, el comedor estaba ya completamente empapelado. Furiosos por haber gastado una fortuna inútilmente, fueron a ver de nuevo al vecino.
Seguimos su consejo sobre el papel para el comedor pero, ¡no comprendemos por qué nos sobraron tres rollos!
¿A ustedes también? -contestó asombrado el vecino-.
+ + +
Un hombre le pidió ayuda a su vecino para mover un sofá que se había atrancado en la puerta. Cada uno de ellos se fue a un extremo y forcejearon durante un buen rato hasta quedar exhaustos, pero el sofá seguía atascado.
Olvídelo, jamás podremos meter esto -dijo el hombre-.
El vecino lo miró con extrañeza:
Ah, pero, ¿era meterlo?
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