EL BLOG SE PRESENTA...

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Al cumplir los cuarenta, mi creador comenzó a hacerse las típicas preguntas asociadas a aquella edad: «¿qué he hecho con mi vida hasta ahora?», «¿qué pienso hacer a partir de ahora con ella?». Esas cuestiones fueron el motor de un blog con un carácter más bien “autobiográfico”, una suerte de “registro de recuerdos” que pretendía anotar algunas de sus vivencias personales y su impacto en él. Sin embargo, aquellas primeras páginas se expresaban en función del autoconcepto y el estado de ánimo del autor. Si ambos eran bajos, el estilo de cada publicación traslucía ese sentir.
Con el tiempo, aquel proyecto acabó en vía muerta.
Dos años después, mi autor retomó aquel cuaderno de bitácora para reconstruirlo desde sus cimientos e intentar corregir sus defectos. ¡Y nací yo!
En mis inicios, fui un medio para satisfacer el deseo de compartir vivencias y reflexiones personales, así como textos y vídeos variados que gustaban a mi creador. Este navío quería traer a puerto todas aquellas mercancías que pudieran enriquecer a los que paseasen por sus páginas.
Con el paso del tiempo me he dado cuenta que soy todo eso y algo más. Si, sigo siendo el saco en el que se introducen todas aquellas vivencias, reflexiones, textos y videos que han enriquecido de una u otra manera a mi autor. Pero además, combinando palabras propias y prestadas, me estoy convirtiendo en el relato de un itinerario en el que mi creador describe su transformación. En mi se ha reunido todo aquello que ha formado parte (de alguna manera) de un proceso de ensanchamiento humano y espiritual, un proceso de evolución que aún continúa.

¡Bienvenidos!


domingo, 21 de agosto de 2016

CAMINAR HACIA LA PROPIA SOMBRA

En el mes de mayo de 2010, algunos días después de haber terminado mi estancia en el monasterio, decidí hacer el Camino de Santiago (quien quiera releer aquella vivencia monástica desde el comienzo puede hacerlo en: La entrada en el desierto). Uno de los motivos para aquella peregrinación fue poder dedicar algún tiempo a reflexionar sobre la experiencia vivida con los monjes.
 
Por desgracia, durante aquellos días de peregrinación lo que menos hice fue meditar aquella experiencia. La razón de ello se volvió más que evidente tras un par de días de marcha: si le das demasiado a la cabeza cuando andas, corres el riesgo de no ver alguna de las flechas que señalen un desvío y extraviarte o, peor aún, perderte alguna de las maravillas que el camino te ofrece a cada paso. Luego, en los albergues, tampoco se suele disfrutar de muchos espacios para la intimidad y la reflexión. Fue ya en Madrid, cuando regresé de la peregrinación, cuando pude revisar aquellas anotaciones hechas en el monasterio.
 
El propio Camino daba material suficiente para la reflexión.
 
Hacer meditaciones en el Camino y sobre el Camino da para mucho… ¡hasta para escribir un libro! En efecto, el Camino es una invitación a la alegoría, a las comparaciones, al paralelismo con la vida y al símbolo. Y releyendo hoy toda aquella experiencia tan sólo se me ocurre decir una cosa: ¡qué terriblemente fácil resulta caer en el “onanismo mental”! (bueno, así me gusta llamarlo a mí).
 
Yendo hacia Santiago de Compostela por el Camino Primitivo, yo había planificado inicialmente hacer la ruta oficial desde Lugo, que sale de esta ciudad, pasa por San Román da Retorta y termina en Melide, lugar donde se une al Camino Francés.
 
Unos días antes, un peregrino belga me animó a cambiar mis planes y seguir por una ruta alternativa, que pasa por Friol y converge en el Camino del Norte unos kilómetros antes de llegar a Sobrado dos Monxes. Esta ruta estaba peor señalizada y las posibilidades de perderte eran muchas, pero se trataba de una senda apenas conocida y sin apenas peregrinos. Me resultó difícil no negarme a esta invitación ya que me permitía disfrutar de la tranquilidad de un camino poco frecuentado antes de unirme en Arzúa a esa riada humana que es el Camino Francés.
 
Aquella era la cuarta vez que pasaba por el monasterio de Sobrado dos Monxes. La primera lo hice con una “macro-peregrinación” organizada por la Delegación Diocesana de Juventud de Madrid. Las dos veces siguientes lo hice albergándome en su hospedería, y desde mi última visita a este monasterio habían transcurrido poco más de dos años. Ahora llegaba allí como fruto de una decisión de última hora, ya que nunca había considerado la posibilidad de pasar por este monasterio.
 
Pues bien, en Sobrado me reencontré con un cura que procedía de Madrid y al que ya conocía de sus tiempos de Seminario. Unos años después de ordenarse como sacerdote entró en aquel monasterio y terminó haciéndose monje.
 
Antes de continuar con mi camino pude cruzar unas palabras con él.
 
Recuerdo que me dijo un par de cosas. La primera tenía que ver con su propia experiencia como peregrino, ya que unos años atrás él también tuvo la oportunidad de hacer el Camino. Se trataba de una imagen que se le había quedado muy grabada. Cuando alguien va haciendo el Camino de Santiago, andando por el Camino Francés, por el de la Costa o por el Camino Primitivo, se encuentra con un fenómeno tan evidente que a veces pasa inadvertido, pero que tiene poco desperdicio cuando se medita con atención: el sol siempre sale a espaldas del peregrino y su propia sombra queda por delante mientras va caminando. Esta es una señal que confirma que el camino que se anda es el acertado. Aunque no tengas flechas que te lo indiquen, el camino que haces será el correcto mientras tengas tu propia sombra por delante de ti. Luego, al despedirse, me dijo una frase que quedó grabada en mi memoria: «Ahora tu continúa con tu camino, que yo me quedaré aquí, haciendo el mío».
 
Como ya he dicho, caer en la “masturbatio mentis” es muy sencillo, pero, bien mirado… tiene mucha miga: ¡un camino que se hace dentro de los muros de un monasterio y, luego, caminar hacia la propia sombra!
 
Cuando uno se detiene a meditar un poco sobre el Camino de Santiago no es muy difícil verlo como una metáfora de la vida misma. En el fondo, todos somos peregrinos. Andamos por diferentes senderos y en diferentes sentidos. Unos pueden acercarse a la meta y otros pueden alejarse (conscientemente o no) de ella. Unos prefieren caminar sin buscar indicaciones, simplemente dejándose llevar por su instinto, mientras que otros buscan alguna flecha que les indique el camino correcto, y no encontrarla puede generarles incertidumbre y miedo de haber errado.
 
Cada quien puede sacar de todo esto la moraleja que mejor le parezca. Yo siempre he estado demasiado obsesionado por encontrar el camino, por hallar mi camino, por hacer mi camino. Sin embargo, hoy tengo la sensación de que el camino más importante a seguir es aquel que me lleva a mí mismo: esa sombra es el camino que he de seguir.
 
¡Aunque igual esta es también otra “pajilla mental”!
 

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