EL BLOG SE PRESENTA...

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Al cumplir los cuarenta, mi creador comenzó a hacerse las típicas preguntas asociadas a aquella edad: «¿qué he hecho con mi vida hasta ahora?», «¿qué pienso hacer a partir de ahora con ella?». Esas cuestiones fueron el motor de un blog con un carácter más bien “autobiográfico”, una suerte de “registro de recuerdos” que pretendía anotar algunas de sus vivencias personales y su impacto en él. Sin embargo, aquellas primeras páginas se expresaban en función del autoconcepto y el estado de ánimo del autor. Si ambos eran bajos, el estilo de cada publicación traslucía ese sentir.
Con el tiempo, aquel proyecto acabó en vía muerta.
Dos años después, mi autor retomó aquel cuaderno de bitácora para reconstruirlo desde sus cimientos e intentar corregir sus defectos. ¡Y nací yo!
En mis inicios, fui un medio para satisfacer el deseo de compartir vivencias y reflexiones personales, así como textos y vídeos variados que gustaban a mi creador. Este navío quería traer a puerto todas aquellas mercancías que pudieran enriquecer a los que paseasen por sus páginas.
Con el paso del tiempo me he dado cuenta que soy todo eso y algo más. Si, sigo siendo el saco en el que se introducen todas aquellas vivencias, reflexiones, textos y videos que han enriquecido de una u otra manera a mi autor. Pero además, combinando palabras propias y prestadas, me estoy convirtiendo en el relato de un itinerario en el que mi creador describe su transformación. En mi se ha reunido todo aquello que ha formado parte (de alguna manera) de un proceso de ensanchamiento humano y espiritual, un proceso de evolución que aún continúa.

¡Bienvenidos!


domingo, 26 de junio de 2016

UNA HISTORIA CON GALLETAS

Aquí dejo otra historia que he encontrado rebuscando entre mis viejos archivos. Una de esas historias para pensar un ratito.


Una chica estaba esperando su vuelo en una sala de espera de un gran aeropuerto. Como debía esperar un largo rato, decidió comprar un libro y también un paquete con galletas. Se sentó en una sala del aeropuerto para poder descansar y leer en paz. Asiento de por medio, se sentó un hombre que abrió una revista y empezó a leer. Entre ellos quedaron las galletas. Cuando ella cogió la primera, el hombre también tomó una. Ella se sintió indignada, pero no dijo nada.
 
Sólo pensó: “¡Qué descarado; si yo fuera más valiente, hasta le daría una bofetada para que nunca lo olvide!”. Cada vez que ella cogía una galleta, el hombre también tomaba una. Aquello le indignaba tanto que no conseguía concentrarse ni reaccionar.
 
Cuando quedaba solo una galleta, pensó: “¿qué hará ahora este aprovechado?”. Entonces, el hombre partió la última galleta y dejó media para ella. ¡Ah! ¡No! ¡Aquello le pareció demasiado! ¡Se puso a resoplar de rabia! Cerró su libro y sus cosas y se dirigió al sector del embarque.
 
Cuando se sentó en el interior del avión, miró dentro del bolso y para su sorpresa, allí estaba su paquete de galletas... intacto, cerrado. ¡Sintió tanta vergüenza! Sólo entonces se dio cuenta de lo equivocada que estaba. ¡Había olvidado que sus galletas estaban guardadas dentro de su bolso! El hombre había compartido las suyas sin sentirse indignado, nervioso, consternado o alterado. Y ya no estaba a tiempo ni tenía posibilidades para dar, explicar o pedir disculpas.
 
Pero sí para razonar: ¿Cuántas veces en nuestra vida sacamos conclusiones cuando debiéramos observar mejor? ¿Cuántas cosas no son exactamente como pensamos acerca de las personas?
 
 
 

domingo, 19 de junio de 2016

CARTA DESDE EL CAMPAMENTO DE VERANO

Ahora que se acerca el verano, ese tiempo para los campamentos de verano infantiles, quisiera compartir este documento que he encontrado entre viejos archivos. Se trata de la carta de un niño desde uno de esos campamentos. Es un tranquilizador testimonio para padres y madres. Dice así:
 
Hola papá y mamá:
 
Estamos bien. El agua sólo se ha llevado una tienda de campaña y dos sacos de dormir. No se ha ahogado nadie porque justo en el momento de la inundación estuvimos buscando a Carlos que se había perdido en la montaña. Ah, ¿podéis llamar a los padres de Carlos para decirles que está bien? Es que él no puede escribir una carta porque se ha roto los dos brazos. Me han dejado ir en el 4x4 con los rescatadores, ¡qué guay! Si no hubiera habido tanto relámpago, nunca hubiéramos encontrado a Carlos. El jefe del campamento estaba muy enfadado con Carlos por haberse ido solo a la montaña sin avisar. Carlos sí que se lo dijo al jefe pero como éste estaba muy ocupado apagando un fuego, posiblemente no le habría oído a Carlos. ¿Sabíais que si tiras una bombona de butano al fuego, explota? Los árboles no se quemaban porque estaban demasiado mojados de la lluvia pero sí una de las tiendas con nuestra ropa. David tendrá un aspecto raro hasta que le vuelva a crecer el pelo.
 
Si el jefe logra arreglar el minibús, el sábado estaremos en casa. Él no tuvo la culpa del accidente porque cuando salimos del campamento los frenos todavía funcionaban. Dice que es muy normal que coches tan viejos como el minibús suyo se rompen a menudo. Por eso tampoco lo puede asegurar. A nosotros nos gusta mucho el minibús, al jefe no le importa que lo ensuciemos. Tiene sólo diez asientos pero entramos fácilmente unos veinte niños. En los caminos de montaña nos deja llevar el minibús un rato cada uno. Eso esta muy guay porque tiene muchas curvas que lo hace más divertido. Lo malo fue que la policía nos paró justo cuando me tocaba a mí. Dijo el policía que iba a hablar con vosotros. No os preocupéis, estamos en buenas manos.
 
El jefe es realmente guay. Esta mañana todos nos fuimos a nadar en el lago pero a mí no me dejaba porque no sé nadar y a Carlos tampoco porque tiene los brazos rotos. Así nos dejó a los dos con la canoa llegar hasta el otro lado del lago. Si miras en el agua ves en el fondo los árboles sumergidos por la inundación. El jefe no es tan pesado como el del año pasado, ni siquiera se enfadó por habernos olvidado los chalecos salvavidas. Él está demasiado ocupado arreglando el minibús, por eso lo molestamos lo menos posible.
 
¡Ah! ¿Sabéis una cosa? Hemos hecho un cursillo de primeros auxilios. Cuando Oscar se tiró al agua se hizo un corte muy profundo y le hicimos un torniquete. Es un nudo para cortar hemorragias. Me puse a vomitar y algunos otros niños también pero según el jefe era por haber comido un pollo en mal estado. Nos dijo que el pollo sabía igual que la comida en la cárcel. Estoy muy contento que el jefe esté en libertad y que ha venido con nosotros de campamento para mejorar su vida. Dice que a partir de ahora lo va a hacer todo bien. ¿Por cierto, que es un pederasta? Bueno, voy a terminar la carta ya, porque luego nos vamos a la ciudad para llevar nuestras cartas a correos y para comprar vaselina. El jefe dice que es para los juegos que vamos a hacer luego.
 
No os preocupéis, estamos muy bien.
 
Un beso muy fuerte,
 
Albertito.
 

domingo, 12 de junio de 2016

UN RECUERDO DEL CAMINO

Haciendo el Camino de Santiago, hace ya algunos años, entre Arzua y Pedrouzo, encontré una de esas frases para pensar. Algún peregrino francófono la dejó escrita con rotulador de punta gruesa en una papelera, a modo de grafiti. Decía así:

Il est très bonne
pour l’esprit de ne pas
être toujours trop raisonable.
 
(Es bueno para el espíritu no ser siempre demasiado razonable)
 
 



domingo, 5 de junio de 2016

MUSICOTERAPIA

Desde hace algunos años vengo realizando un pequeño servicio todos los domingos en las misas de una parroquia de Madrid. Dicho servicio consiste en cantar el salmo que viene entre las dos primeras lecturas.
 
Hace dos años me vi en la necesidad de aumentar mis conocimientos en lectura musical y busqué en mi barrio una escuela de música para hacerlo. En esta escuela me recomendaron aprender no sólo solfeo sino algún instrumento. Es evidente que, con semejante oferta, ellos ganaban más dinero, pero me tentó y me decidí a prender a tocar un instrumento que siempre me ha atraído: el piano.
 
Mi madre no hace otra cosa que decirme: ¡A la vejez viruelas! ¡Tú, con tus años aprendiendo piano! (por cierto, tengo 46 años, camino de los 47). Pues sí, a mis años. ¡Nunca es tarde si la dicha es buena!
 
Esta tarde quiero iniciar una nueva sección en este blog. En ella me gustaría compartir esta pequeña pasión por este instrumento además de mi convencimiento sobre los beneficios de la música en nuestra salud emocional y espiritual. Creo firmemente en eso de que la música amansa a las fieras, eleva los espíritus y puede convertirse en una de las mejores terapias.
 
Hoy comparto una de las últimas piezas que estoy aprendiendo: el preludio número 4 de Frédéric Chopin. Por supuesto, el que interpreta la pieza en este video no soy yo (¡qué más quisiera!).