EL BLOG SE PRESENTA...

EL BLOG SE PRESENTA...

Al cumplir los cuarenta, mi creador comenzó a hacerse las típicas preguntas asociadas a aquella edad: «¿qué he hecho con mi vida hasta ahora?», «¿qué pienso hacer a partir de ahora con ella?». Esas cuestiones fueron el motor de un blog con un carácter más bien “autobiográfico”, una suerte de “registro de recuerdos” que pretendía anotar algunas de sus vivencias personales y su impacto en él. Sin embargo, aquellas primeras páginas se expresaban en función del autoconcepto y el estado de ánimo del autor. Si ambos eran bajos, el estilo de cada publicación traslucía ese sentir.
Con el tiempo, aquel proyecto acabó en vía muerta.
Dos años después, mi autor retomó aquel cuaderno de bitácora para reconstruirlo desde sus cimientos e intentar corregir sus defectos. ¡Y nací yo!
En mis inicios, fui un medio para satisfacer el deseo de compartir vivencias y reflexiones personales, así como textos y vídeos variados que gustaban a mi creador. Este navío quería traer a puerto todas aquellas mercancías que pudieran enriquecer a los que paseasen por sus páginas.
Con el paso del tiempo me he dado cuenta que soy todo eso y algo más. Si, sigo siendo el saco en el que se introducen todas aquellas vivencias, reflexiones, textos y videos que han enriquecido de una u otra manera a mi autor. Pero además, combinando palabras propias y prestadas, me estoy convirtiendo en el relato de un itinerario en el que mi creador describe su transformación. En mi se ha reunido todo aquello que ha formado parte (de alguna manera) de un proceso de ensanchamiento humano y espiritual, un proceso de evolución que aún continúa.

¡Bienvenidos!


domingo, 29 de mayo de 2016

CÓMO COLOCAR LAS PIEDRAS

Llevo bastante tiempo viviendo de una manera demasiado anárquica. Actualmente me veo en la necesidad de reorganizar mis horarios y lograr que en él quepan muchas cosas que llenan mi vida.
 
Releyendo entre viejos materiales he encontrado esta historia que enseña que lo importante es saber reconocer cuáles son las cosas a las que debo dar prioridad. ¡A ver si aprendo la lección!
 
 
Un experto asesor de empresas en Gestión de Tiempo quiso sorprender a los asistentes a su conferencia. Sacó de debajo del escritorio un frasco grande de boca ancha. Lo colocó sobre la mesa, junto a una bandeja con piedras del tamaño de un puño y preguntó: ¿Cuántas piedras piensan que caben en el frasco? Después de que los asistentes hicieran sus conjeturas, empezó a meter piedras hasta que llenó el frasco. Luego pregunto: ¿Está lleno?
 
Todo el mundo lo miró y asintió. Entonces sacó de debajo de la mesa un cubo con gravilla. Metió parte de la gravilla en el frasco y lo agitó. Las piedrecillas penetraron por los espacios que dejaban las piedras grandes. El experto sonrió con ironía y repitió: ¿Está lleno? Esta vez los oyentes dudaron, tal vez no.
 
Bien. Y puso en la mesa un cubo con arena que comenzó a volcar en el frasco. La arena se filtraba en los pequeños recovecos que dejaban las piedras y la gravilla. ¿Está lleno? Preguntó de nuevo. ¡No! Exclamaron los asistentes. Bien, dijo, y cogió una jarra de agua de un litro que comenzó a verter en el frasco.
 
Bueno, ¿qué hemos demostrado? Preguntó. Uno de los oyentes dijo: Qué no importa lo llena que esté tú agenda, si lo intentas, siempre puedes hacer que quepan más cosas. ¡No!, concluyó el experto. Lo qué esta lección nos enseña es que si no colocas las piedras primero, nunca podrás colocarlas después.
 

domingo, 22 de mayo de 2016

HACIA UNA RELIGIOSIDAD PERSONAL

En este último año no he dejado de darle vueltas a la misma idea en mi cabeza: ¿dónde se puede encontrar la verdad? ¿Existe una religión que pueda considerarse verdadera? ¿En qué consiste dicha verdad? Yo me declaro creyente de confesión cristiana católica, aunque reconozco en mí ciertos tintes de escepticismo. A veces evito sacar a la luz todas estas cuestiones por temor a provocar que algunos culos se remuevan en sus asientos.
 
La Iglesia a la que pertenezco se siente segura en sus dogmas y sus doctrinas. No obstante, no dejo de preguntarme hasta qué punto Dios puede ser explicado exclusivamente a través de estas y no de otras creencias. ¿El Dios único es aquel en el que mi grupo cree?
 
Leyendo a Viktor Frankl, encontré hace unos días estas líneas que siguen a continuación y con las que no puedo estar más de acuerdo. Dicen lo siguiente…
 
 
Claro está que este concepto nuestro de la religión tiene muy poco que ver con estrechas miras confesionales y lo que estas implican, es decir, con esa miopía religiosa que al parecer ve en Dios a un ser para el que en el fondo sólo cuenta una cosa: que el mayor número posible de hombres crea en él, y ello además en la manera prescrita por una determinada confesión religiosa. Sencillamente no puedo imaginarme a un Dios tan mezquino. Tampoco puedo imaginarme que tenga sentido el que una Iglesia me exija creer, ya que yo no puedo querer creer, lo mismo que no me es posible querer amar, o sea obligarme a mí mismo a amar, y tampoco puede obligarme a tener esperanza, por ejemplo cuando lo que sé me persuade en sentido contrario. En una palabra hay cosas que no pueden «quererse» sin más y que, por lo tanto, no pueden condicionarse a una exigencia o una orden. Por citar un ejemplo sencillo: yo no puedo reírme porque me lo manden. Si alguien quiere que yo ría, ha de tratar de conseguirlo contándome un chiste.
 
 
De manera análoga sucede con el amor y la fe: no pueden ser manipulados. Como fenómenos intencionales que son, se producen cuando surge ante ellos un contenido y objeto adecuado.
 
En cierta ocasión fui entrevistado por una reportera de la revista norteamericana «Time». Me preguntó si nuestra tendencia natural nos aparta de la religión. Yo le respondí que nuestra tendencia no nos aparta de la religión, y sí en cambio de aquellas confesiones que no parecen tener otra cosa que hacer sino luchar entre ellas logrando así que sus propios fieles acaben por abandonarlas. Siguió preguntándome la periodista si acaso esto significaba que tarde o temprano iríamos todos a parar a una religión universal, cosa que yo negué: al contrario, dije, más bien vamos hacia una religiosidad personal, es decir, profundamente personalizada, una religiosidad a partir de la cual cada uno encontrará su lenguaje propio, personal, el más afín a su naturaleza íntima, cuando se torne a Dios.
 
Ni mucho menos quiere esto decir, por supuesto, que no han de existir rituales y símbolos comunes. También existe un gran número de idiomas; sin embargo ¿no utilizan muchos de ellos un alfabeto común? De alguna manera las diferentes religiones se asemejan en su diversidad a las lenguas. Nadie puede decir que su lengua sea superior a las demás, en todas y cada una de ellas puede el hombre acercarse a la verdad, que es una; y en todas ellas puede también equivocarse e incluso mentir. Así también puede servir al hombre de vehículo cualquier religión para llegar a Dios, al único Dios.
 
Viktor Frankl, La presencia ignorada de Dios. Psicoterapia y religión,
Herder, Barcelona 2012, pp. 93-95.
 

domingo, 15 de mayo de 2016

¿SEGUIR LA VERDAD?

Textos como el que hoy publico es este espacio escandalizarían a muchas de las personas a las que conozco. Si quisiera resumir lo que en él se dice, usaría una frase de Paulo Coelho: “El día que sigues a alguien, dejas de seguir la verdad”.
 
No me cabe la menor de las dudas de que Krishnamurti es auténtica dinamita capaz de hacer saltar por los aires las más sólidas fortalezas. Es difícil que deje a nadie indiferente. Por mi parte, este pensador no termina de interpelarme y de poner en tela de juicio muchas de las “verdades” que siempre he creído incuestionables, sobre todo cuando son “mis verdades”.
 
 
No se puede descubrir la verdad a través de otra persona, ¿cómo puede ser eso posible? La verdad no es algo estático, no tiene una morada fija, un fin, una meta, sino todo lo contrario, es algo activo, dinámico, en movimiento, vital, ¿cómo puede ser un fin? Si la verdad fuera un punto fijo, dejaría de ser verdad, sería una simple opinión. La verdad es lo desconocido, y si la mente busca la verdad, nunca la encontrará porque la base de la mente es lo conocido, es el resultado del pasado, del tiempo; cada uno puede observar eso por sí mismo. La mente es el instrumento de lo conocido; por tanto, no puede encontrar lo desconocido, lo único que puede hacer es moverse de lo conocido a lo conocido. Cuando la mente busca la verdad, la verdad que lee en los libros, esa "verdad" es una proyección de uno mismo, porque entonces la mente simplemente persigue lo conocido, algo conocido más satisfactorio que lo anterior; cuando la mente "busca” la verdad está buscando su propia proyección, no la verdad.
 
Después de todo, un ideal es una proyección de uno mismo, es algo ficticio e irreal; lo real es "lo que es", no lo opuesto. La mente que busca la realidad, que busca a Dios, está buscando algo conocido: cuando pienso en Dios. Ese Dios es una proyección del propio pensamiento, es el resultado de las influencias sociales, por eso sólo es posible pensar en lo conocido, no se puede pensar en lo desconocido, no se puede acaparar la verdad. En el momento en que pienso en lo desconocido, eso desconocido es una simple proyección de lo conocido, porque Dios o la verdad no pertenecen al pensamiento; si pienso en Dios o la verdad, eso no es la verdad. La verdad no puede buscarse. Ella llega a uno; lo único que se puede hacer es ir en pos de lo conocido. Cuando la mente no está atormentada por lo conocido o por las consecuencias de lo conocido, tan sólo entonces la verdad puede manifestarse la verdad está en cada hoja, en cada lágrima, debe captarse de instante en instante, nadie puede conducirnos a la verdad y si alguien lo intenta, únicamente nos llevará a lo conocido.
 
La verdad sólo se manifiesta cuando la mente está vacía de lo conocido, llega en ese estado en el cual no está lo conocido, cuando no actúa. La mente es el almacén de lo conocido, el residuo de lo conocido; y para que la mente entre en ese estado donde lo desconocido se manifiesta, debe darse cuenta de sí misma, de sus experiencias anteriores, tanto conscientes, como inconscientes, de sus respuestas, reacciones y estructura. Cuando se conoce por completo a sí misma, entonces termina lo conocido y la mente queda vacía de todo lo conocido, tan sólo en ese momento la verdad puede manifestarse en uno sin ser invitada. La verdad no nos pertenece, ni a usted ni a mí, no es posible adorarla porque en el momento en que es algo conocido deja de ser real, un símbolo no es real, una imagen no es real; sin embargo, cuando uno se comprende a sí mismo el "yo" termina, y entonces lo eterno se manifiesta.
 
Fuente: Jiddu Krishnamurti, La libertad primera y última,
Kairós Buenos Aires 2006, p. 173.
 

domingo, 8 de mayo de 2016

INFORME DE UN ALBAÑIL

Esta lluviosa tarde de domingo me apetece publicar algo “ligero” para este blog. Rebuscando en mis archivos, he encontrado esta vieja historia. Es el informe que un albañil redactó para la aseguradora tras haber sufrido un accidente. De su lectura solo se puede extraer una moraleja: ¡qué importante es la seguridad en el trabajo!
 
 
Muy Sres. míos:
 
En su reciente escrito me piden ustedes más detalles y me dicen que debo ampliar la información contenida en el punto 3 del informe de mi accidente, en el cual indiqué como causa, «falta de planificación».
 
Confío en que los siguientes datos serán suficientes:
 
Soy albañil y mi especialidad es la construcción de muros. El día del accidente, estaba trabajando yo solo en la parte superior de un edificio de seis plantas. Cuando terminé mi trabajo, observé que me habían sobrado una cierta cantidad de ladrillos, cuyo peso, según luego se comprobó, ascendía a 120 kilos. En lugar de bajar dichos ladrillos transportándolos yo mismo, decidí utilizar para ello un barril y la polea instalada sobre la fachada del edificio, en la sexta planta.
 
Tras bajar y amarrar la cuerda a la hormigonera situada en la acera, subí de nuevo a la azotea y llené el barril con los ladrillos. Luego bajé y desaté la cuerda, sujetándola fuertemente con ambas manas, a fin de asegurarme de que los 120 kilos de ladrillos descendieran lentamente (en el punto 2 del informe indico mi peso corporal, que es de 65 kilogramos). Entonces me vi súbitamente elevado del suelo. La sorpresa me hizo perder mi presencia de ánimo y por eso, me olvidé de soltar la cuerda. No hará falta decir que fui impulsado hacia arriba con gran velocidad subiendo verticalmente por la fachada del edificio.
 

Cerca de la tercera planta me encontré con el barril lleno de ladrillos, que bajaba a una velocidad igualmente impresionante. Consecuencia de este encuentro fue la fractura de cráneo, algunas contusiones menores y la rotura de clavícula, tal como indico en la sección 3 del informe.
 
La reducción que este encuentro generó en mi velocidad de ascenso fue sólo momentánea, continuando así mi rápida subida que no se detuvo hasta que los dedos de mi mano derecha penetraron en la polea, tal como menciona en el párrafo segundo. Afortunadamente, para entonces ya había recobrado mi presencia de ánimo y fui capaz de permanecer fuertemente agarrado a la cuerda, a pesar del intenso dolor que estaba comenzando a experimentar.
 
Pero, casi al mismo tiempo llegó al suelo el barril de ladrillos, y a causa del golpe se desprendió el fondo del mismo. Liberado del peso de los ladrillos, el barril pesaba aproximadamente 25 kilos (los remito de nuevo a mi peso corporal).
 
Como podrán imaginar en ese momento inicié un rápido descenso, otra vez a lo largo de la fachada del edificio. Pero en las cercanías del tercer piso me encontré con el barril que subía. Ello explica los dos tobillos fracturados, las piezas dentales perdidas y diversas magulladuras en las piernas y en las partes bajas del cuerpo.
 
Entonces mi suerte comenzó a mejorar ligeramente. Este encuentro con el barril redujo mi velocidad lo suficiente como para aminorar los daños de mi caída sobre el montón de ladrillos, por lo que afortunadamente, en el aterrizaje solo resultaron fracturadas tres vértebras y dos costillas.
 
Sin embargo, lamento tener que comunicarles que mientras permanecía tendido sobre el montón de ladrillos, incapacitado para moverme, sufriendo grandes dolores y observando el barril vacío encima de mi cabeza —seis plantas más arriba—, perdí de nuevo mi presencia de ánimo y... ¡solté la cuerda!