EL BLOG SE PRESENTA...

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Al cumplir los cuarenta, mi creador comenzó a hacerse las típicas preguntas asociadas a aquella edad: «¿qué he hecho con mi vida hasta ahora?», «¿qué pienso hacer a partir de ahora con ella?». Esas cuestiones fueron el motor de un blog con un carácter más bien “autobiográfico”, una suerte de “registro de recuerdos” que pretendía anotar algunas de sus vivencias personales y su impacto en él. Sin embargo, aquellas primeras páginas se expresaban en función del autoconcepto y el estado de ánimo del autor. Si ambos eran bajos, el estilo de cada publicación traslucía ese sentir.
Con el tiempo, aquel proyecto acabó en vía muerta.
Dos años después, mi autor retomó aquel cuaderno de bitácora para reconstruirlo desde sus cimientos e intentar corregir sus defectos. ¡Y nací yo!
En mis inicios, fui un medio para satisfacer el deseo de compartir vivencias y reflexiones personales, así como textos y vídeos variados que gustaban a mi creador. Este navío quería traer a puerto todas aquellas mercancías que pudieran enriquecer a los que paseasen por sus páginas.
Con el paso del tiempo me he dado cuenta que soy todo eso y algo más. Si, sigo siendo el saco en el que se introducen todas aquellas vivencias, reflexiones, textos y videos que han enriquecido de una u otra manera a mi autor. Pero además, combinando palabras propias y prestadas, me estoy convirtiendo en el relato de un itinerario en el que mi creador describe su transformación. En mi se ha reunido todo aquello que ha formado parte (de alguna manera) de un proceso de ensanchamiento humano y espiritual, un proceso de evolución que aún continúa.

¡Bienvenidos!


domingo, 28 de febrero de 2016

INTERROGACIONES (1ª PARTE)

Continúa desde Mi reino por una mirada
 
La cuaresma se ha convertido, desde hace seis años, en un tiempo especial para mí, ya que me recuerda los dos meses que pasé en un monasterio de la orden del Císter. Tras una pausa de varias semanas, vuelvo a recuperar las anotaciones de aquel diario que redactaba por las tardes en el escritorio del noviciado. Allí anotaba las cosas que me sucedían durante la jornada, mis reflexiones o fragmentos de lecturas que me llamaron la atención. Muchas de aquellas líneas me provocan hoy una sonrisa (y hasta un cierto rubor) por su ingenuidad. Sin embargo, son parte de mi historia y no puedo comprender mucho de lo que ahora soy y pienso si prescindo de la experiencia con aquellos monjes.
 
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22 de marzo de 2010 (Lunes de la quinta semana de Cuaresma).
 
Esta tarde he recordado aquel texto del profeta Oseas (Os 2,16-17) en el que habla del pueblo de Israel como de una esposa, y que dice:
 
… yo voy a seducirla;
la llevaré al desierto
y le hablaré al corazón
 
… y ella me responderá allí
como en los días de su juventud,
como el día en que salió de Egipto.
 
En las circunstancias que ahora vivo, no puedo evitar asociar una vez más estas palabras a un momento pasado de mi vida: el tiempo en que yo decidí ser sacerdote. Ahora me encuentro en este “desierto” que es el monasterio y en medio de su silencio escucho mensajes por todas partes. Y ¿de qué me hablan?, ¿de retornar al pasado, a aquellos días? Sin embargo, cuanto más miro hacia ese pasado, más a la defensiva me pongo. ¿Por qué semejante idea me llena de desasosiego?
 
Este sábado, en la homilía, el sacerdote trajo un curioso ejemplo que llamó poderosamente mi atención: la vida es como el juego de la oca, en el que, unas veces, se puede caer en una casilla que te permita avanzar, pero en otras ocasiones puedes terminar en una que te devuelve al comienzo, aunque ya tengas mucho camino andado. ¿He caído en una de esas casillas?, ¿a qué punto me hace regresar?
 
Y por si eso no bastase, ayer, en una de las lecturas en las vigilias, se hablaba de la libertad y de cómo esta implica la posibilidad del dolor. Eso explicaría el miedo a ser plenamente libres, ya que tomar decisiones trae consigo la posibilidad de equivocarse, y eso puede hacer daño. El libro del Éxodo, para hablar de esto mismo, emplea una imagen muy elocuente: «añorar las cebollas de Egipto», desear ser esclavos antes que libres, ya que la libertad conlleva riesgos y falta de certidumbres. Porque ¿no es la seguridad, la estabilidad y la certeza lo que más ansía el hombre? Y, ¿no es perder eso lo que más temor le produce?
 
Cuando me invaden las dudas y los temores, yo también añoro las “cebollas de Egipto”. De nuevo tengo hoy ante mí un camino, este camino monástico, pero al mismo tiempo temo los riesgos que su elección conlleva. Comienzo a recordar instantes del pasado, oportunidades perdidas, y deseo retornar a ellas, creyendo que así seré más libre. Pero ¿y si esas “oportunidades perdidas” no son más que una ilusión? ¿Y si opto por “otro” camino creyendo que me va a hacer más libre pero al final termina encadenándome a lo “socialmente adecuado”? Al final, el fruto de tanta duda no ha sido otro que andar años huyendo de compromisos, de los demás, de Dios, y hasta de mí mismo.
 
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Aún no se me van de la cabeza aquellas palabras que leí hace varios días:
 
"Cuando nosotros miramos a Dios podemos reducirlo a la estrechez de nuestro ángulo de mira, dejando en la sombra dimensiones fundamentales de su misterio vuelto generosamente hacia nosotros; podemos apresarlo en nuestras limitadas imágenes religiosas del pasado que nos acompañaron en un trayecto del viaje, pero en las que ya no cabe la nueva etapa que iniciamos".
 
Ciertas imágenes de Dios las asocio inevitablemente a momentos concretos de mi pasado, y son tan exigentes que su sólo recuerdo me produce una opresión en el pecho difícil de describir. ¿Ha llegado para mí el momento de superar esas imágenes? Si es así, ¿cómo hacerlo?
 
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¡Ya ha pasado un mes desde que llegué al monasterio!
 
A pesar del cansancio o de las distracciones, en el tiempo que llevo aquí he iniciado un camino de oración. O quizá sea mejor hablar de “reinicio”, ya que he vuelto a encontrarme con una práctica perdida hace tiempo (hasta es posible que nunca la haya aprendido correctamente). Pienso que es lo más positivo que he obtenido de estos días.
 
¿He sacado algo más en claro? Sólo un montón de dudas y temores. ¿Miedo a seguir un camino?, ¿cuál es ese camino?, ¿hacia dónde me conduce?, ¿hasta aquí?, ¿a otro lugar más allá de estos muros? De todas formas hay una intuición que crece en mí cada día más: que Dios me busca (¡hasta siento que me persigue y me acosa!) para encontrarme con él.
 
 
 

domingo, 21 de febrero de 2016

CUARENTA VECES QUE NACIERA…

La semana pasada publiqué un post musical con motivo del día de San Valentín. Una letra muy bonita, muy bien traída… en fin, perfecto para un día como ese. Sin embargo, hoy no quiero hablar del amor de películas o canciones… sino de eso otro que, en mi humilde opinión, se aproxima mucho más a la llana realidad, esa de carne y hueso que sangra y suda.
 
Hacer voluntariado en una unidad de cuidados paliativos de un centro hospitalario es (en ocasiones lo es) todo un privilegio por las personas a las que conoces y por las conversaciones que puedes tener con enfermos y familiares.
 
Hace un par de semanas pasé por la habitación de uno de los pacientes de aquella unidad. El hombre se encontraba postrado en la cama, con el nivel de conciencia reducido por efecto de la sedación. La esposa se encontraba a su lado, sentada en el sillón. Cuando entré se mostró un tanto sorprendida por la presencia de una persona que, hasta ese instante, no había entrado en la habitación de su esposo. Ante su gesto, me presenté como voluntario del centro y me ofrecí para hacerla un rato de compañía, para que pudiera hablar, sentirse acompañada y desahogarse, si así lo precisaba.
 
El rato que pasé con ella hizo recuerdo de su historia y compartió conmigo su vida con el hombre que ahora se hallaba en cama acercándose a la muerte. Habló de buenos y de malos momentos, habló de los ocho años de enfermedad por la que habían tenido que pasar, de las dificultades por las que habían atravesado. Habló de su separación y su divorcio, que había durado cinco años. Habló de su reconciliación, de su segundo matrimonio, de lo buen padre y compañero que había sido todos aquellos años. Habló de que, al final, con lo que ella se quedaría sería con todos los buenos instantes que había tenido la oportunidad de vivir junto a él, y de que lo único que lamentaba era haber perdido los cinco años que estuvieron divorciados.
 
Tras los últimos años de lucha contra la enfermedad, ya en el tramo final de la vida de su esposo, ambos tuvieron la oportunidad de decirse mutuamente algo que muchas veces olvidamos decir a los seres que queremos: ninguno de los dos lamentaba haber compartido su vida con el otro, con sus luces y sus sombras. Ella lo dijo con unas palabras que me impresionaron: “Cuarenta veces que naciera, cuarenta veces que me volvería a casar con él”. En mi humilde opinión (que yo no tengo pareja), ni un millón de días de San Valentín pueden sustituir una frase como esa.
 
Pocas veces nos acordamos de decir cosas así... muchas veces perdemos la oportunidad de hacerlo.
 
Esta y otras experiencias en paliativos han hecho que todos los días piense en la muerte, pero no lo hago con temor o con morbo. Acordarme de la muerte me recuerda mi finitud, me recuerda que no puedo desaprovechar mi tiempo ni mis oportunidades. Acordarme de la muerte me recuerda que lo más importante es amar y sentirse amado.
 
 

domingo, 14 de febrero de 2016

SIGUE BESÁNDOME

Hace un año me matriculé en un curso de italiano, aunque al final las circunstancias familiares y la falta de tiempo no me permitieran continuarlo. Hoy he recordado cómo el profesor nos dijo en cierta ocasión que una de las características de las canciones italianas era que todas hablaban de amor.

En la muy publicitaria y mercantil fiesta de San Valentín, un día en el que muchos hablan de amor y sentimientos a flor de piel, me apetece traer a este lugar una de las canciones que aquel profesor nos enseñaba para ir adquiriendo vocabulario. Quiero dedicar el siguiente tema del cantante italiano Jovanotti a todos aquellos que en este día aman y son amados.


BACIAMI ANCORA

One, due, tre, four.

Un bellissimo spreco di tempo
un’impresa impossibile
l’invenzione di un sogno
una vita in un giorno
una tenda al di là della duna.

Un pianeta in un sasso, l’infinito in un passo,
il riflesso di un sole sull’onda di un fiume
son tornate le lucciole a Roma
nei parchi del centro l’estate profuma.

Una mamma, un amante, una figlia
un impegno, una volta, una nuvola scura
un magnete sul frigo, un quaderno di appunti
una casa, un aereo che vola.

Baciami ancora…
Baciami ancora…

Tutto il resto è un rumore lontano
una stella che esplode ai confini del cielo.

Baciami ancora…
Baciami ancora…

Voglio stare con te
inseguire con te
tutte le onde del nostro destino.

Una bimba che danza, un cielo, una stanza
una strada, un lavoro, una scuola
un pensiero che sfugge
una luce che sfiora una fiamma che incendia l’aurora.

Un errore perfetto, un diamante, un difetto
uno strappo che non si ricuce.
Un respiro profondo per non impazzire
una semplice storia d’amore.
Un pirata, un soldato, un dio da tradire
e l’occasione che non hai mai incontrato.

La tua vera natura, la giustizia del mondo
che punisce chi ha le ali e non vola.

Baciami ancora…
Baciami ancora…

Tutto il resto è un rumore lontano
una stella che esplode ai confini del cielo.

Baciami ancora…
Baciami ancora…

Voglio stare con te
invecchiare con te
stare soli io e te sulla luna.

Coincidenze, destino
un gigante, un bambino
che gioca con l’arco e le frecce
che colpisce e poi scappa
un tesoro, una mappa,
l’amore che detta ogni legge
per provare a vedere
che c’è laggiù in fondo
dove sembra impossibile stare da soli
a guardarsi negli occhi
a riempire gli specchi
con i nostri riflessi migliori.

Baciami ancora…
Baciami ancora…

Voglio stare con te
inseguire con te
tutte le onde del nostro destino.

Baciami ancora…
Baciami ancora…
Baciami ancora…
Baciami ancora…
Baciami ancora…
Baciami ancora…
Baciami ancora…
Baciami ancora…
Baciami ancora…

All right, baby!


One, dos, tres, four.

Una bellísima pérdida de tiempo,
una empresa imposible,
la invención de un sueño,
una vida en un día,
una tienda (de campamento) más allá de la duna.

Un planeta en una piedra,
el infinito en un paso,
el reflejo de un sol sobre la onda de un río,
volvieron las luciérnagas a Roma,
en los parques del centro el verano perfuma.

Una madre, una amante, una hija,
un compromiso, una vez, una nube oscura,
un imán en el refrigerador, un cuaderno de apuntes,
una casa, un avión que vuela.

Bésame otra vez,
Bésame otra vez…

Todo el resto es un ruido lejano,
una estrella que explota en los confines del cielo.

Bésame otra vez,
Bésame otra vez…

Quiero estar contigo,
perseguir contigo,
todas las ondas de nuestro destino.

Una niña que baila, un cielo, una habitación,
un camino, un trabajo, una escuela,
un pensamiento que escapa,
una luz que roza,
una llama que incendia la aurora.

Un error perfecto, un diamante, un defecto,
una rotura que no se repara.
Una respiración profunda para no volverse loco,
una simple historia de amor.
Un pirata, un soldado, un dios que traicionar
y la ocasión que nunca habías tenido.

Tu verdadera naturaleza, la justicia del mundo
que castiga a quien tiene alas y no vuela.

Bésame otra vez,
Bésame otra vez…

Todo el resto es un ruido lejano,
una estrella que explota en los confines del cielo.

Bésame otra vez,
Bésame otra vez…

Quiero estar contigo,
envejecer contigo,
estar solos, tu y yo en la luna.

Coincidencias, destino,
un gigante, un niño
que juega con el arco y la flecha
que golpean y luego escapa,
un tesoro, un mapa,
el amor que dicta todas las leyes
para intentar ver
qué hay allá en el fondo
donde parece imposible estar solos
mirándose a los ojos,
llenando los espejos,
con nuestros mejores reflejos.

Bésame otra vez,
Bésame otra vez…

Quiero estar contigo,
envejecer contigo,
estar solos, tu y yo en la luna.

Bésame otra vez,
Bésame otra vez…



domingo, 7 de febrero de 2016

SIEMPRE HAY DOS POSIBILIDADES

Poco antes de la guerra, dos estudiantes talmúdicos discutían sobre la situación política.
 
Espero que no me llamen a filas -dijo el primero-. La guerra no es para mí. En principio soy animoso, pero si es posible prefiero evitarla.
 
¿Por qué tener miedo? -dijo el segundo-. Cuando se analiza todo eso se ve bien que después de todo siempre hay dos posibilidades: o no estalla la guerra o estalla. Si no estalla, no hay por qué inquietarse. Pero, si estalla, siempre tendrás dos posibilidades: o te llaman a filas o no te llaman. Si no te llaman, realmente no hay por qué inquietarse. Pero si te llaman, siempre tendrás dos posibilidades: o estarás en el frente o no estarás en el frente. Si no estás en el frente, realmente no hay por qué inquietarse. Si estás efectivamente en el frente, siempre tendrás dos posibilidades: o te hieren o no te hieren. Si no te hieren, realmente no hay por qué inquietarse. Pero si te hieren siempre tendrás dos posibilidades: o te hieren gravemente o te hieren levemente. Si te hieren levemente, realmente no hay por qué inquietarse. Pero si te hieren gravemente, siempre tendrás dos posibilidades: o sucumbes y mueres, o no sucumbes y vivirás. Si no sucumbes, no hay por qué inquietarse. Pero si sucumbes, siempre tendrás dos posibilidades: o te entierran en un cementerio judío, o no te entierran en un cementerio judío. Si te entierran en un cementerio judío, realmente no tienes por qué inquietarte. Pero si no te entierran en un cementerio judío... ¿para qué inquietarte? Después de todo quizá la guerra no estalle.
 
Fuente: Ben Zimet, Cuentos del pueblo judío.
Ed. Sígueme, Salamanca, 2002, p. 76