EL BLOG SE PRESENTA...

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Al cumplir los cuarenta, mi creador comenzó a hacerse las típicas preguntas asociadas a aquella edad: «¿qué he hecho con mi vida hasta ahora?», «¿qué pienso hacer a partir de ahora con ella?». Esas cuestiones fueron el motor de un blog con un carácter más bien “autobiográfico”, una suerte de “registro de recuerdos” que pretendía anotar algunas de sus vivencias personales y su impacto en él. Sin embargo, aquellas primeras páginas se expresaban en función del autoconcepto y el estado de ánimo del autor. Si ambos eran bajos, el estilo de cada publicación traslucía ese sentir.
Con el tiempo, aquel proyecto acabó en vía muerta.
Dos años después, mi autor retomó aquel cuaderno de bitácora para reconstruirlo desde sus cimientos e intentar corregir sus defectos. ¡Y nací yo!
En mis inicios, fui un medio para satisfacer el deseo de compartir vivencias y reflexiones personales, así como textos y vídeos variados que gustaban a mi creador. Este navío quería traer a puerto todas aquellas mercancías que pudieran enriquecer a los que paseasen por sus páginas.
Con el paso del tiempo me he dado cuenta que soy todo eso y algo más. Si, sigo siendo el saco en el que se introducen todas aquellas vivencias, reflexiones, textos y videos que han enriquecido de una u otra manera a mi autor. Pero además, combinando palabras propias y prestadas, me estoy convirtiendo en el relato de un itinerario en el que mi creador describe su transformación. En mi se ha reunido todo aquello que ha formado parte (de alguna manera) de un proceso de ensanchamiento humano y espiritual, un proceso de evolución que aún continúa.

¡Bienvenidos!


sábado, 17 de agosto de 2019

¿EN EL NOMBRE DE DIOS?

Hablábamos en la última publicación de este blog sobre aquellos que, en el nombre de una imagen concreta de Dios, han sido capaces de juzgar, de condenar e incluso de aniquilar a todos aquellos que creían de una forma diferente. Creo que estas personas han confundido el odio con el celo por la fe. Creyendo que servían a su Dios, han servido a su propia ira y a su miedo frente a lo distinto. Lo que creyeron que hacían por Dios, lo hacían por sí mismos.
 
No quiero entrar en los motivos que pueden llevar a un hombre a tales extremos, pero hoy me gustaría traer aquí el ejemplo de un personaje de una novela del escritor y dramaturgo griego Nikos Kazantzakis (Heraklion, 1883 – Friburgo, 1957), conocido por novelas como Alexis Zorba (adaptada al cine con el título Zorba el griego), Cristo de nuevo crucificado o La última tentación de Cristo.
 
 
El fragmento que embarco hoy en este navío pertenece a su novela Cristo de nuevo crucificado. La acción de este libro transcurre en Lycovrissi, una pequeña villa griega en Anatolia que mantiene una buena relación con los turcos. El pope Grigoris prepara, como es tradición en el pueblo desde hace años, una recreación de la Pasión de Cristo. Un joven pastor, Manolios, será el encargado de encarnar el papel de Jesús.
 
Durante los preparativos de la ceremonia, llega un grupo de refugiados griegos procedentes de un pueblo saqueado por los turcos. A la cabeza de los desterrados se encuentra otro sacerdote: el pope Fotis. Las autoridades de Lycovrissi, encabezadas por el pope Grigoris, temiendo la represalia de los turcos, les niegan hospitalidad y alimento. Manolios, ayudado por tres amigos (Yannakos, Kostandis y Michelis, hijo este último de uno de los principales de Lycovrissi), decide ponerse de lado de los refugiados, desatando la ira de Grigoris, que es incapaz de aceptar la manera de vivir la fe de aquellos cuatro amigos y del pope Fotis.
 
El fragmento que sigue a estas líneas pertenece a una edición “pirata” que cayó hace muchos años en mis manos, fotocopiada y encuadernada en tres cuadernillos. Estas líneas son las que, posiblemente, mejor describen el carácter visceral de la fe de Grigoris.
 
No tienen desperdicio.
 
El pope Grigoris llegó a su casa echando chispas de pies a cabeza, loco de rabia, como si sus manos acabasen de lanzar un rayo.
 
"Sería menester que la palabra del sacerdote tuviera el poder de matar", pensaba; "y cuando dice: ¡maldito seas! Sería necesario que el maldito cayese muerto en el acto. De esa manera el mundo se quedaría limpio de todos los enemigos de Dios, y la paz y la justicia reinarían".
 
Por su espíritu desfilaron los hombres que habría matado si hubiese podido: en primer lugar a Manolios. Era el más peligroso, dado que era imposible hallarle un defecto: no se emborrachaba, no robaba, nunca se le había oído jurar o mentir; no era un vagabundo... Por eso, él, el primero. Inmediatamente después, o mejor al mismo tiempo, ese malvado de pope Fotis. Tanto odiaba a éste que hubiese tenido un placer enorme en arrancarle los ojos. Todo en ese pope lo exasperaba: su rostro de asceta, sus ojos llameantes, su voz profunda. Fuera de esto, casi no comía, nunca se embriagaba, no tenía ningún otro defecto, y todos los suyos lo adoraban. ¡Ah! ¡Si pudiera humillarlo, arrancarle la barba, cortarle la nariz! Hasta tal punto los odiaba a los dos que no sabía a cuál de ellos exterminaría primero, si al pope Fotis, o a Manolios.
 
Enseguida mataría a Yannakos y a Kostandis. Los dos habían emprendido el mal camino, daban mal ejemplo: era mejor suprimirlos. ¡En cuanto a Michelis! Reflexionó por un momento. "Esperemos todavía un poco..." murmuró. Pero en cuanto al tío Ladas, ni por un momento dudó. Lo mataría; y no por ser avaro o por haber lanzado a la calle a una multitud de huérfanos, sino por haberle tratado de barba de chivo en el calabozo.
 
Esos cinco constituirían la primera hornada; luego haría desaparecer día tras día a todo aquel que intentara levantar la cresta. También tenía que arreglar cuentas antiguas en el obispado de la ciudad con archimandritas, arciprestes y aun con el mismo obispo... A todos los exterminaría. Y hasta a ciertos tunantuelos que durante los estudios le habían jugado malas pasadas, si todavía vivían, les llegaría su venganza, como a los otros...
 
El pope Grigoris suspiró:
 
-Sí, sería menester que el sacerdote tuviera ese poder, sería necesario –se decía.
 
Nikos Kazantzakis. Cristo de nuevo crucificado.