EL BLOG SE PRESENTA...

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Al cumplir los cuarenta, mi creador comenzó a hacerse las típicas preguntas asociadas a aquella edad: «¿qué he hecho con mi vida hasta ahora?», «¿qué pienso hacer a partir de ahora con ella?». Esas cuestiones fueron el motor de un blog con un carácter más bien “autobiográfico”, una suerte de “registro de recuerdos” que pretendía anotar algunas de sus vivencias personales y su impacto en él. Sin embargo, aquellas primeras páginas se expresaban en función del autoconcepto y el estado de ánimo del autor. Si ambos eran bajos, el estilo de cada publicación traslucía ese sentir.
Con el tiempo, aquel proyecto acabó en vía muerta.
Dos años después, mi autor retomó aquel cuaderno de bitácora para reconstruirlo desde sus cimientos e intentar corregir sus defectos. ¡Y nací yo!
En mis inicios, fui un medio para satisfacer el deseo de compartir vivencias y reflexiones personales, así como textos y vídeos variados que gustaban a mi creador. Este navío quería traer a puerto todas aquellas mercancías que pudieran enriquecer a los que paseasen por sus páginas.
Con el paso del tiempo me he dado cuenta que soy todo eso y algo más. Si, sigo siendo el saco en el que se introducen todas aquellas vivencias, reflexiones, textos y videos que han enriquecido de una u otra manera a mi autor. Pero además, combinando palabras propias y prestadas, me estoy convirtiendo en el relato de un itinerario en el que mi creador describe su transformación. En mi se ha reunido todo aquello que ha formado parte (de alguna manera) de un proceso de ensanchamiento humano y espiritual, un proceso de evolución que aún continúa.

¡Bienvenidos!


domingo, 10 de abril de 2016

UNA CRUZ PARA VIERNES SANTO (2ª PARTE)

Continúa desde Una cruz para Viernes Santo (1ª parte)


Acabamos de finalizar el Vía Crucis. En la octava estación (Jesús y las hijas de Jerusalén) yo he tenido que leer la siguiente oración:
 
Dios de la esperanza, permítenos que seamos el medio por el que tu lleves el consuelo a los desesperanzados, los sometidos, los que sufren, los angustiados. Que seamos siempre mensajeros del ánimo de Dios. Amén.
 
Mensajeros del ánimo de Dios… estas palabras suenan a programa de vida.
 
+ + +
 
Acabo de salir un rato a pasear por el bosque y he llevado conmigo el libro de Benjamín González Buelta. Hablando de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio, describe con cinco verbos la creación de «un nuevo espacio desde el que mirar». En cuanto lo he leído he venido al escritorio para poderlos anotar. Los cinco verbos son los siguientes:
 
1) Apartarse: de amigos y de conocidos. Con ello se toma distancia de la manera habitual de vivir; alejándonos de «toda solicitud terrena» (actividades, sueños, preocupaciones y proyectos).
2) Mudarse: cambiar de espacio donde los objetos que nos rodean no nos recuerden constantemente las visiones viejas que corren por nuestros circuitos interiores.
3) Buscar: …lo que tanto se desea.
4) Acercarse: acción para encontramos con Dios, con todo lo que somos.
5) Disponerse: Dios llega hasta el espacio que nosotros le dejamos disponible en nuestra intimidad y en nuestro cuerpo. Y, ojo: «no fuerza ninguna puerta, ningún sentimiento, ninguna fibra, ninguna neurona».
 
¿Por qué tengo la sensación de que los cuatro primeros verbos los he ido viviendo en los días que llevo en este monasterio? Pero, ¿y qué sucede con el quinto? Al final se habla de no mover a la persona hacia ninguna opción concreta, pues lo más importante es que «el Señor mismo se comunique a la su ánima devota abrazándola en su amor y alabanza, y disponiéndola por la vía que mejor podrá servirle adelante» (Ejercicios Espirituales de Ignacio de Loyola, parágrafo 15). ¿Y ahora qué?, ¿me quedo a la espera de una nueva señal que me indique el camino?, ¿o me conformo con lo que he encontrado en este monasterio y acepto que este es “mi camino”?
 
Solo hay una sombra: que me embelese con los descubrimientos de hoy y que todas estas palabras las emplee como justificación para no decidirme. ¡Ya he empleado esa “puerta trasera” en el pasado! A pesar de todo, cada minuto que pasa siento mayor paz. No sé porqué, pero estas preguntas no me inquietan en este instante.
 
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Ya hemos cenado. Ha sido algo ligero, pero me ha permitido reponer las energías de una jornada más dura de lo que hubiera podido imaginar.
 
Conforme ha transcurrido la mañana de hoy, más alegre me he ido sintiendo. Una sensación de gozo un tanto impropia de un Viernes Santo. En el rezo de sexta recitábamos el salmo 108. Al llegar a la frase que dice: «Dios ha dicho desde su santuario: “me apoderaré victorioso de Siquem…”», algo ha saltado en mi interior. Pero, ¿no se habíamos leído este salmo ayer? Sin embargo, el sentimiento que se respiraba hoy en él era más gozoso, mientras que ayer era de desolación, como si un terremoto hubiera sacudido la tierra. Al comparar los dos salmos (se trataba de los 60 y 108) he podido descubrir que ambos son exactamente iguales a partir del séptimo u octavo versículo, pero su comienzo es totalmente diferente. Al rezar ayer el salmo 60 y el 108 hoy, cada uno ha expresado mi sentir en cada uno de estos dos días. Los dos salmos parecen haber reflejado mis estados de ánimo en ambas jornadas.
 
Hoy mi corazón exultaba con estas palabras: «voy a cantar y a tocar para ti: ¡despierta gloria mía!». ¡Hoy he notado que algo se ha transformado dentro de mí!
 

Desde hace muchos años lo he intentado racionalizar todo, y pasarlo todo por el tamiz de mi cabeza. Entender mi vida, explicar lo que me rodea, dudar de lo que no sea capaz de concebir, tenerlo controlado todo. Al final me he transformado en un individuo que duda de la vida, de los demás, de Dios, y hasta de sí mismo. Creyente en las formas, agnóstico en el fondo. Y aún así he terminado en este monasterio, y he vivido todo lo que he vivido, y hay demasiadas cosas que han escapado a mi control. Podrían atribuirse todas al azar, pero aún así siguen siendo inconcebibles. ¡Soy incapaz de explicarlas!
 
Esta tarde, después de la comida, que ha consistido en un trozo de pan y un vaso de agua, he subido para poder descansar unos minutos recostado en la cama. Serían entorno a las tres de la tarde. En ese momento ha ocurrido algo, una sensación muy difícil de explicar con palabras. Mi cabeza no paraba de dar vueltas sobre todo lo sucedido en estos últimos días, y sin embargo, había un sentimiento de quietud en medio de la ebullición. ¿De dónde tantas coincidencias? Y todas orientadas a un único fin: abandonarme a una única certeza, Dios.
 
Y en mi interior le he gritado: ¿quién eres?, ¿qué buscas de mí?
 
¡¿Por qué yo?!
 
Y ha aflorado el llanto.
 
Sólo he podido decir: ¡creo, creo, creo!
 
 
CONTINUARÁ…

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