EL BLOG SE PRESENTA...

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Al cumplir los cuarenta, mi creador comenzó a hacerse las típicas preguntas asociadas a aquella edad: «¿qué he hecho con mi vida hasta ahora?», «¿qué pienso hacer a partir de ahora con ella?». Esas cuestiones fueron el motor de un blog con un carácter más bien “autobiográfico”, una suerte de “registro de recuerdos” que pretendía anotar algunas de sus vivencias personales y su impacto en él. Sin embargo, aquellas primeras páginas se expresaban en función del autoconcepto y el estado de ánimo del autor. Si ambos eran bajos, el estilo de cada publicación traslucía ese sentir.
Con el tiempo, aquel proyecto acabó en vía muerta.
Dos años después, mi autor retomó aquel cuaderno de bitácora para reconstruirlo desde sus cimientos e intentar corregir sus defectos. ¡Y nací yo!
En mis inicios, fui un medio para satisfacer el deseo de compartir vivencias y reflexiones personales, así como textos y vídeos variados que gustaban a mi creador. Este navío quería traer a puerto todas aquellas mercancías que pudieran enriquecer a los que paseasen por sus páginas.
Con el paso del tiempo me he dado cuenta que soy todo eso y algo más. Si, sigo siendo el saco en el que se introducen todas aquellas vivencias, reflexiones, textos y videos que han enriquecido de una u otra manera a mi autor. Pero además, combinando palabras propias y prestadas, me estoy convirtiendo en el relato de un itinerario en el que mi creador describe su transformación. En mi se ha reunido todo aquello que ha formado parte (de alguna manera) de un proceso de ensanchamiento humano y espiritual, un proceso de evolución que aún continúa.

¡Bienvenidos!


domingo, 17 de abril de 2016

LOS ÚLTIMOS DÍAS

 
Bueno… todo llega a su fin, y este recorrido por las notas de aquel diario que escribí en el monasterio también tiene que hacerlo. Probablemente escriba dentro de algunas semanas lo que ha supuesto para mí el recuerdo de aquellos días… pero esa será ya otra historia.
 
 
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6 de abril de 2010 (Martes de la octava de Pascua).
 
Ayer lunes por la tarde, el maestro de novicios y yo mantuvimos una breve conversación. No pudimos tenerla el domingo, como suele ser costumbre desde que estoy aquí, ya que fue un día con un ritmo muy diferente al habitual. Aquella tarde de domingo de resurrección, después de nona, salimos a dar una vuelta fuera del monasterio. Tras mes y medio sin salir de estos muros, el paseo no estuvo nada mal.
 
Hoy hemos estado hablando de todo lo vivido durante la Semana Santa. Al final me ha planteado unas cuestiones para reflexionarlas en los próximos días. Recordando los cinco verbos que sintetizan la dinámica de los Ejercicios de San Ignacio, me ha señalado cómo el final de dicha dinámica es el encuentro con el Señor y la disposición a… ¿a qué? ¿A la vida monástica?, ¿podría ser este mi camino de vida?, ¿si o no?, ¿por qué si y por qué no?
 
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11 de abril de 2010 (Segundo domingo de Pascua).
 
Ya ha terminado la octava de Pascua. La semana próxima vendrán a recogerme para regresar a Madrid. ¡Sólo me quedan siete días para marcharme! Ya han transcurrido casi dos meses, y a veces tengo la sensación de haber permanecido aquí mucho más tiempo. Han sido demasiado intensas las experiencias vividas en este lugar. Cuando uno entra en el desierto y deja que hable… su voz resuena demasiado fuerte.
 
Algo de tristeza me invade, aunque no sé distinguir muy bien la razón de la misma. ¿Quizá por volver de nuevo a lo cotidiano, o por marcharme de aquí sin tener claro que este sea mi camino? En uno de los libros que he leído estos días encontré esta frase: «La nota característica de la conversión es la alegría». ¿Y dónde está?
 
Acude ahora a mi cabeza un recuerdo del pasado. Fue mi primer día de prácticas en el hospital. Ese primer día tenía algo de temor, sin embargo, al final de la jornada, sentí una extraña sensación de felicidad. Esa sensación era fruto de una certeza: ¡sí, aquello era lo mío! En este monasterio he descubierto mucho, quizá no todo. He tenido momentos de malestar y momentos de gran sosiego, pero nada que se aproximase a la sensación de aquel primer día de prácticas hospitalarias.
 
 
«La nota característica de la conversión es la alegría». ¿En qué clase “conversión” estoy pensando?, ¿en la de cambiar una forma de actividad por otra? ¿Es esa la “conversión de vida”? ¿O quizá se trata de ver mi vida con otra mirada, o mejor, desde otra mirada?
 
¿Incertidumbres? ¡TENGO TODAS LAS DEL MUNDO!
 
Ayer sábado tuvimos un encuentro con las comunidades de religiosos y religiosas de la diócesis. No dejé de sentirme un poco descolocado durante todo el día. Estaba viviendo con los monjes, pero no me sentía uno de ellos.
 
Han pasado casi dos meses, y al final de mi estancia en este monasterio sigo haciéndome demasiadas preguntas.
 
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13 de abril de 2010 (Martes de la segunda semana de Pascua).
 
Ayer lunes hablé con el maestro de novicios sobre las cuestiones con las que terminamos nuestra conversación de la semana pasada. Por un lado, en el monasterio no me siento del todo mal. ¿Es quizá esa una señal de vocación monástica?, ¿o simplemente lo que me agrada es un “modus vivendi”?
 
Sólo hay una cosa que no me termina de convencer: ese muro que nos separa del exterior. Algo me llama a estar fuera de él. ¿De dónde nace ese deseo? ¿Viene de Dios o de mi interior? El otro día volví a leer estas palabras:
 
«El deseo está en el punto de partida de nuestra búsqueda, y se irá purificando de elementos que lo contaminan, para que se pueda concretar en las elecciones precisas que unifican nuestra persona entorno a las propuestas que Dios nos irá mostrando junto con una nueva percepción de la realidad».
 
Aún resuena en mi cabeza aquella oración del Vía crucis de este viernes Santo:
 
«Dios de la esperanza, permítenos que seamos el medio por el que tu lleves el consuelo a los desesperanzados, los sometidos, los que sufren, los angustiados. Que seamos siempre mensajeros del ánimo de Dios. Amén».
 
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20 de abril de 2010 (Lunes de la tercera semana de Pascua).
 
Ayer por la tarde llegaba a Madrid. Televisión, ordenador, horarios urbanos, ruido de tráfico por la calle. Añoro el silencio y los horarios del monasterio. Sin embargo, lo que más necesito ahora es tiempo y (sobre todo) distancia, tanto de Madrid como de un monasterio. Necesito un “terreno neutral” para poder pensar en todo lo vivido durante estos dos meses.
 
Quizá sea un buen momento para hacer el Camino de Santiago.
 
 
¿CONTINUARÁ?
 

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