Me encanta la
definición que da el diccionario de la R.A.E. de la palabra PURGAR: “limpiar,
purificar algo, quitándole lo innecesario, inconveniente o superfluo”. Lo digo
porque describe a la perfección una necesidad personal que me viene acompañando
desde hace mucho tiempo: quitarme de encima lo innecesario, lo inconveniente,
lo superfluo.
Llegado a una
determinada edad, estoy descubriendo lo dependiente que soy de un millón de
cosas y lo amargo que resulta pensar que pueda llegar a perderlas. ¡Son MIS
cosas! Mis libros, mis ahorros, mis titulaciones, mi trabajo, mi hogar, mi
familia, mis planes y proyectos, mi salud. ¿Hay algo de todo ello que sea
superfluo o innecesario? ¡Por supuesto que no! ¿Cabría esperar otra respuesta?
Pero, ¿qué sucedería si lo
perdiera todo? ¿De qué habrían servido las preocupaciones y ansiedades? ¿De qué
los esfuerzos? ¿De qué la búsqueda de placeres o experiencias intensas? He
pasado la vida proyectando, planificando, imaginando. Es muy cierta la
necesidad humana de tener un mínimo de seguridades, pero resultan tan efímeras
y frágiles.
Mi trabajo como enfermero en unidades de
cuidados paliativos terminó enseñándome que la realidad es demasiado “real”. He
visto a personas morir después de toda una vida de esfuerzos, pero también a
gente de mi edad (¡e incluso más jóvenes!) que
tuvieron que enfrentarse con sus últimos días cuando aún tenían mucha vida por delante.
Esto me hace recordar lo que decían aquellas
coplas de Jorge Manrique:
Recuerde
el alma dormida,
abiue el seso e despierte
contemplando
cómo se passa
la vida…
Todo en esta vida es efímero,
todo. Lo malo es que, cuando nos hemos dado cuenta de ello, ya hemos perdido la
oportunidad. ¡Qué fácil es no caer
en la cuenta de que el presente se nos escapa entre las manos! Pero, ¿dónde
encontrar el término medio entre la necesaria seguridad y la imprescindible
necesidad de vivir lo que se me da en cada momento?
Cada vez tengo más claro que lo
que dijo San Juan de la Cruz es una verdad como un templo de grande: en el atardecer de nuestra vida, nos
examinarán del amor. ¡Eso es todo lo que quedará de uno mismo! Ni los
títulos, ni los trabajos, ni los bienes, ni las lecciones magistrales, ni las
experiencias intensas… Lo único que quedará, y con lo que me iré de este mundo,
es el amor que le haya puesto a las cosas, el que haya dado a las personas o el
que haya dejado que me den.
Lo demás es innecesario,
inconveniente o superfluo.
Bueno... eso pienso yo.
Bueno... eso pienso yo.
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