Hoy deseo compartir este fragmento del escritor
norteamericano y monje trapense Thomas Merton. Toda una interpelación a nuestra
forma de actuar y ser.
Es algo muy grande ser pequeño, es decir, ser nosotros
mismos. Y cuando se es uno mismo, se pierde la mayor parte de la fútil
conciencia que atisba el interior, que lo mantiene a uno en constante
comparación con los demás para ver cuán grandes son ellos. (…)
El valor de nuestra actividad depende casi totalmente de la
humildad que tengamos de aceptarnos tal como somos. El motivo de que hagamos
las cosas tan mal, es que no estamos contentos con lo que hacemos. Insistimos
en hacer lo que no se nos pide, porque deseamos saborear el éxito que pertenece
a otro.
Nunca descubrimos cómo es lograr el éxito con nuestro
trabajo, porque nunca queremos emprender un trabajo que guarde adecuada
proporción con nuestras fuerzas.
¿Quién quiere contentarse con un trabajo que revela todas
sus limitaciones? Ése aceptará tal trabajo sólo como un “medio de pasarla”,
mientras espera descubrir “su verdadera vocación”. El mundo está lleno de
comerciantes fracasados que siguen creyendo en secreto que estaban destinados
para artistas, escritores o actores de cine.
El profundo secreto de mi ser a menudo está oculto a mi
vista por mi propia estima de lo que soy. Mi idea de lo que soy está falseada
por mi admiración de lo que hago, mis ilusiones acerca de mí mismo han crecido
por contagio de las ilusiones de otros hombres. Todos buscamos cómo imitar la
imaginaria grandeza de lo que somos.
Si no sé quién soy, es porque me imagino ser una especie de
persona que todos los que me rodean quisieran ser. Tal vez si me diera cuenta
de que no admiro lo que todo el mundo parece admirar, comenzaría
verdaderamente a vivir. Sería liberado del penoso deber de decir lo que en
verdad no pienso…
¿Por qué hemos de pasar la vida luchando por ser algo que, si solamente supiéramos lo que queremos, nunca querríamos ser? ¿Por qué desperdiciar nuestro tiempo en hacer cosas que, si solamente nos detuviéramos a pensar en ellas, hallaríamos que son completamente opuestas a aquello para lo que hemos sido creados?
No podemos adquirir nuestra verdadera personalidad si no nos
conocemos. (…)
Fuente: Thomas
Merton, Los hombres no son islas,
Ed. Sudamericana,
Buenos Aires, 1998, pp. 117-118.
No hay comentarios:
Publicar un comentario