EL BLOG SE PRESENTA...

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Al cumplir los cuarenta, mi creador comenzó a hacerse las típicas preguntas asociadas a aquella edad: «¿qué he hecho con mi vida hasta ahora?», «¿qué pienso hacer a partir de ahora con ella?». Esas cuestiones fueron el motor de un blog con un carácter más bien “autobiográfico”, una suerte de “registro de recuerdos” que pretendía anotar algunas de sus vivencias personales y su impacto en él. Sin embargo, aquellas primeras páginas se expresaban en función del autoconcepto y el estado de ánimo del autor. Si ambos eran bajos, el estilo de cada publicación traslucía ese sentir.
Con el tiempo, aquel proyecto acabó en vía muerta.
Dos años después, mi autor retomó aquel cuaderno de bitácora para reconstruirlo desde sus cimientos e intentar corregir sus defectos. ¡Y nací yo!
En mis inicios, fui un medio para satisfacer el deseo de compartir vivencias y reflexiones personales, así como textos y vídeos variados que gustaban a mi creador. Este navío quería traer a puerto todas aquellas mercancías que pudieran enriquecer a los que paseasen por sus páginas.
Con el paso del tiempo me he dado cuenta que soy todo eso y algo más. Si, sigo siendo el saco en el que se introducen todas aquellas vivencias, reflexiones, textos y videos que han enriquecido de una u otra manera a mi autor. Pero además, combinando palabras propias y prestadas, me estoy convirtiendo en el relato de un itinerario en el que mi creador describe su transformación. En mi se ha reunido todo aquello que ha formado parte (de alguna manera) de un proceso de ensanchamiento humano y espiritual, un proceso de evolución que aún continúa.

¡Bienvenidos!


domingo, 6 de diciembre de 2015

CREER O NO CREER

Actualmente estoy realizando un trabajo sobre acompañamiento espiritual a enfermos que no tienen creencias religiosas. Está tarea está transformando mi propia comprensión de lo que significa espiritualidad. Muchos piensan que es imposible hablar de espiritualidad sin hacer referencia a las creencias y a las confesiones religiosas. No obstante, cada día es mayor mi convencimiento de que Dios, el Misterio, lo Absoluto, lo Totalmente Otro, no tiene mucho que ver con todos nuestros sistemas de doctrinas que, a fin de cuentas, no son sino intentos (muy humanos y, por tanto, limitados) de comprender lo incomprensible, de abarcar lo inabarcable, de objetivar lo que no es cosificable.
 
Esta tarde quiero compartir un pequeño fragmento de Kishnamurti que habla de la necesidad de las creencias (¡ojo, no habla sólo de creencias religiosas!) y del obstáculo que suponen para dar el primer paso de todo camino espiritual: el conocimiento de lo que cada uno es.
 

Si lo examinan, verán que el miedo es una de las causas del deseo de aceptar la creencia, es decir, si no creyésemos en nada, ¿qué sucedería, no nos sentiríamos muy temerosos de lo que pudiera sucedernos? Si actuáramos sin ningún patrón de creencia, ya sea Dios, el comunismo, el socialismo, el imperialismo, un sistema religioso o cualquier dogma que nos condicione, nos sentiríamos totalmente perdidos, ¿verdad? ¿Acaso la aceptación de la creencia no sirve para encubrir nuestro miedo, el miedo de no ser nada realmente, de estar vacío? En última instancia, una taza sólo es útil si está vacía, y una mente llena de creencias, de dogmas, de conclusiones y de citas, no es creativa, es simplemente una mente que repite.
 
Escapar del miedo, del miedo al vacío, a la soledad, el deterioro, a no prosperar, a no triunfar a no ser algo o alguien, sin duda, es una de las causas de nuestra aceptación de las creencias con tanto entusiasmo y avidez; ahora bien, si aceptamos una creencia, ¿es posible comprenderse a sí mismo? Todo lo contrario, es evidente que una creencia, sea política o religiosa, impide el conocimiento propio, actúa como una pantalla a través de la cual nos observamos; por tanto, ¿es posible observarse a sí mismo sin creencias? Si eliminamos esas creencias, todas nuestras creencias, ¿queda algo que observar? Si la mente no se identifica con ninguna creencia, entonces es capaz de observarse a sí misma tal cual es, y, sin duda, ese es el inicio de la comprensión de uno mismo.
 
Fuente: Jiddu Krishnamurti, La libertad primera y última,
Kairós, Buenos Aires 2006, p. 64.

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