EL BLOG SE PRESENTA...

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Al cumplir los cuarenta, mi creador comenzó a hacerse las típicas preguntas asociadas a aquella edad: «¿qué he hecho con mi vida hasta ahora?», «¿qué pienso hacer a partir de ahora con ella?». Esas cuestiones fueron el motor de un blog con un carácter más bien “autobiográfico”, una suerte de “registro de recuerdos” que pretendía anotar algunas de sus vivencias personales y su impacto en él. Sin embargo, aquellas primeras páginas se expresaban en función del autoconcepto y el estado de ánimo del autor. Si ambos eran bajos, el estilo de cada publicación traslucía ese sentir.
Con el tiempo, aquel proyecto acabó en vía muerta.
Dos años después, mi autor retomó aquel cuaderno de bitácora para reconstruirlo desde sus cimientos e intentar corregir sus defectos. ¡Y nací yo!
En mis inicios, fui un medio para satisfacer el deseo de compartir vivencias y reflexiones personales, así como textos y vídeos variados que gustaban a mi creador. Este navío quería traer a puerto todas aquellas mercancías que pudieran enriquecer a los que paseasen por sus páginas.
Con el paso del tiempo me he dado cuenta que soy todo eso y algo más. Si, sigo siendo el saco en el que se introducen todas aquellas vivencias, reflexiones, textos y videos que han enriquecido de una u otra manera a mi autor. Pero además, combinando palabras propias y prestadas, me estoy convirtiendo en el relato de un itinerario en el que mi creador describe su transformación. En mi se ha reunido todo aquello que ha formado parte (de alguna manera) de un proceso de ensanchamiento humano y espiritual, un proceso de evolución que aún continúa.

¡Bienvenidos!


domingo, 26 de julio de 2015

RESIGNACIÓN

Hace unos días mantuve una breve conversación a través de Skype con una amiga que vive al otro lado del Atlántico. Hablamos sobre la resignación, hablamos de aceptar ciertas cosas en esta vida, cosas que, a veces, no nos gusta reconocer…
 
Cada vez que esta amiga usaba esta palabra, algo en mi interior no quería aceptar esta expresión, ya que no dejo de verle un cierto sentido de negatividad. Al día siguiente me puse a buscar en diccionarios una definición de “Resignación”.
 
Resignar: declarar formalmente la dimisión de un oficio contratado, una comisión, un ministerio o su transmisión a otra persona. Resignarse (verbo reflexivo): permitirse con desgana que algo desagradable o inconveniente le suceda, tal como ocurre con alguien que pierde en un duelo o batalla, y ha de someterse al vencedor; esto es, hacer algo de lo cual uno no tenía ganas , o contra lo cual uno se había resistido, como si el hacerlo fuese una manifestación de sometimiento.
 
“Hacer aquello que uno no quiere…”, “manifestación de sometimiento…”, “permitir con desgana…”. Después de aquella breve conversación con mi amiga, me hacía la siguiente pregunta: ¿cuándo no merece la pena seguir el combate?, ¿cuándo hay que renunciar a la lucha? Fue entonces cuando recordé aquellas líneas de una carta del teólogo alemán Dietrich Bonhoeffer.
 
Firme opositor del nazismo y del sometimiento de las iglesias alemanas frente a Hitler, Bonhoeffer participó en la fundación de la Bekennende Kirche (Iglesia Confesante o Iglesia de la Confesión, de teología luterana pero no oficial). Encabezó un seminario ilegal para pastores de la Iglesia Confesante que fue clausurado por la Gestapo en 1937. Se le prohibió predicar, enseñar y finalmente hablar en público.
 
Arrestado en abril de 1943 por su colaboración en el Proyecto 7, para la ayuda de judíos que huían a Suiza, fue acusado de conspiración y encerrado en la cárcel de Tegel, en Berlín.
 
Es desde Tegel desde donde escribió esta carta, de la que hoy quisiera publicar el siguiente fragmento. Bonhoeffer llevaba entonces varios meses viviendo a la espera de un juicio y para aclarar su situación penal.
 
 
Aquí he reflexionado a menudo sobre esto: dónde se halla el límite entre la necesaria resistencia contra el “destino” y la igualmente necesaria sumisión. Don Quijote es el símbolo de la prosecución de la resistencia hasta el absurdo, incluso hasta la locura. De forma semejante se comporta Michael Kohlhaas, quien con su exigencia de justicia acaba convirtiéndose en culpable. En ambos, la resistencia pierde finalmente su sentido real y se refugia en los dominios de la teoría y la fantasía. Sancho Panza es el representante de un acomodamiento, satisfecho y astuto, a una situación dada. Creo que debemos acometer realmente las empresas grandes y que nos son propias, pero al mismo tiempo no podemos dejar de hacer lo que se cae por su peso y es universalmente necesario. Hemos de enfrentarnos al “lo que está dispuesto” –me parece importante el “género neutro” de este término– con la misma decisión con que nos someteremos luego a ello a su debido tiempo. Sólo podemos hablar de “providencia” más allá de este doble proceso. Dios, no sólo se nos aparece como tú, sino también “embozado” en el “lo”; así pues, mi cuestión es en el fondo la siguiente: cómo podemos encontrar en el “lo” (destino) al tú, o con otras palabras: cómo el “destino” se convierte realmente en “providencia”. En consecuencia, no es posible fijar en el terreno de los principios el límite entre resistencia y sumisión, pero ambas han de coexistir y ser practicadas con igual decisión. La fe nos exige esta actitud flexible y viva. Sólo de esta manera lograremos soportar y hacer fecundas cuantas situaciones se nos presenten.
 
Fuente: Dietrich Bonhoeffer, Resistencia y sumisión. Cartas y apuntes desde el cautiverio.
Ediciones Sígueme, Salamanca, 1983, p. 158.
 
Quizá convenga que cuente el “final” de aquella historia. Tras el infructuoso atentado del 20 de julio de 1944 contra Hitler, Bonhoeffer fue acusado de complicidad por sus conexiones con los conspiradores, algunos de los cuales eran familiares suyos. El 8 de octubre fue trasladado a la prisión de la Gestapo para ser interrogado y el 7 de febrero de 1945 se le trasladó al campo de concentración de Buchenwald. En abril de 1945 se le conduce al Campo de concentración de Flossenbürg, donde sería ejecutado el 9 de abril de 1945.
 
¿Dónde se halla el límite entre la necesaria resistencia y la también necesaria sumisión? ¿Hasta qué momento se debe seguir luchando y cuándo se debe dejar que las cosas sucedan como tienen que suceder, sin resistirme a ello? Sometimiento y resistencia deben coexistir necesariamente, dado que es imposible determinar si debemos seguir combatiendo o si ha llegado el tiempo de la aceptación.
 
Hay ocasiones en las que parece que la dimisión, el sometimiento, la aceptación disgustada de la realidad… la resignación, parece la única opción. Pero, ¿cómo saber cuándo llega ese momento? Quizá la única salida sea la que Bonhoeffer plantea: una actitud flexible y viva nos permitirá no instalarnos en la parálisis.
 

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