EL BLOG SE PRESENTA...

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Al cumplir los cuarenta, mi creador comenzó a hacerse las típicas preguntas asociadas a aquella edad: «¿qué he hecho con mi vida hasta ahora?», «¿qué pienso hacer a partir de ahora con ella?». Esas cuestiones fueron el motor de un blog con un carácter más bien “autobiográfico”, una suerte de “registro de recuerdos” que pretendía anotar algunas de sus vivencias personales y su impacto en él. Sin embargo, aquellas primeras páginas se expresaban en función del autoconcepto y el estado de ánimo del autor. Si ambos eran bajos, el estilo de cada publicación traslucía ese sentir.
Con el tiempo, aquel proyecto acabó en vía muerta.
Dos años después, mi autor retomó aquel cuaderno de bitácora para reconstruirlo desde sus cimientos e intentar corregir sus defectos. ¡Y nací yo!
En mis inicios, fui un medio para satisfacer el deseo de compartir vivencias y reflexiones personales, así como textos y vídeos variados que gustaban a mi creador. Este navío quería traer a puerto todas aquellas mercancías que pudieran enriquecer a los que paseasen por sus páginas.
Con el paso del tiempo me he dado cuenta que soy todo eso y algo más. Si, sigo siendo el saco en el que se introducen todas aquellas vivencias, reflexiones, textos y videos que han enriquecido de una u otra manera a mi autor. Pero además, combinando palabras propias y prestadas, me estoy convirtiendo en el relato de un itinerario en el que mi creador describe su transformación. En mi se ha reunido todo aquello que ha formado parte (de alguna manera) de un proceso de ensanchamiento humano y espiritual, un proceso de evolución que aún continúa.

¡Bienvenidos!


domingo, 11 de enero de 2015

EL ILUMINADO

En el año 2010, el último año santo compostelano, tuve la oportunidad de hacer el Camino de Santiago. No fue aquella la primera vez, ya que bastantes años atrás lo hice desde Ribadeo, siguiendo la Ruta del Norte. En aquella ocasión no lo caminé en solitario, sino que me acompañaba un “grupito” de mil quinientas personas (peregrino más, peregrino menos). Tal evento estuvo organizado por la Delegación Diocesana de Juventud de Madrid.
 
Aquella “peregrinación” tenía de todo: infraestructura de camiones para llevarnos las mochilas, coche de apoyo para los lesionados, latas de comida para todos, polideportivos cedidos por los ayuntamientos de los pueblos donde hacíamos noche, ¡y hasta un obispo! Vamos, que no le faltaba casi de nada. Sin embargo (y no sé explicar muy bien el motivo), aquel “sarao” nunca he podido entenderlo como una experiencia de Camino. De hecho, cuando me han preguntado, siempre he dicho que el único Camino que he hecho ha sido el del año 2010.
 
Andando con calma, disfrutando de los paisajes y de las charlas con las gentes de los pueblos por los que pasaba, sin prisas por llegar al siguiente albergue, el tiempo que necesité para recorrer los casi 800 kilómetros de distancia entre Irún y Santiago fue de cuarenta y cuatro días. Inicié mi peregrinación en Irún, yendo por el Camino del Norte hasta Villaviciosa, tomando desde allí el sendero hacia Oviedo, para continuar por el Camino Primitivo. Fueron sendas con poco tránsito de peregrinos, una elección muy buena, dado que yo buscaba la soledad en el Camino.
 
Hubo momentos difíciles. La dureza de Euskadi (el primer tramo del Camino del Norte), un proceso diarreico que duro cuatro días, desde Pobeña (en el límite de Vizcaya con Cantabria) hasta Güemes (entre Laredo y Santander), que casi me dejó sin fuerzas, o la lluvia en Asturias durante nueve días (que hizo el camino casi intransitable en algunos tramos). No obstante, mereció la pena.
 
Aquella experiencia es de las que dejan marca, de esas que te suelen cambiar la mirada. Recuerdo que a mi regreso hablaba del Camino como un iluminado, como alguien que ha descubierto una gran verdad. Eso sí, para poder comprender esto que digo es necesario hacer el Camino por sí mismo, ya que existen tantas vivencias como peregrinos.
 
Hay quienes viven una experiencia vacacional o una actividad turística alternativa. Hay quienes buscan una experiencia deportiva, quienes se enfrentan al Camino como si este fuera un reto o una competición, pero también quienes viven una búsqueda espiritual. Hay quienes caminan en un día hasta cuarenta kilómetros de distancia para llegar a Santiago en una determinada fecha o simplemente obsesionados por llegar pronto al final de la etapa para no perder plaza en el albergue.
 
¿Qué pude descubrir yo? Que el Camino está ahí para encontrarse con él, no para luchar contra él; está ahí para encontrarse con los demás, no para competir con ellos; está ahí para encontrarse con uno mismo, no para combatir contra sí mismo.
 
Yo tuve mi propia experiencia, pero mi percepción del Camino también se fue modelando con las vivencias compartidas con otros peregrinos.
 
O puede que al final siga hablando como un iluminado.
 

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