EL BLOG SE PRESENTA...

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Al cumplir los cuarenta, mi creador comenzó a hacerse las típicas preguntas asociadas a aquella edad: «¿qué he hecho con mi vida hasta ahora?», «¿qué pienso hacer a partir de ahora con ella?». Esas cuestiones fueron el motor de un blog con un carácter más bien “autobiográfico”, una suerte de “registro de recuerdos” que pretendía anotar algunas de sus vivencias personales y su impacto en él. Sin embargo, aquellas primeras páginas se expresaban en función del autoconcepto y el estado de ánimo del autor. Si ambos eran bajos, el estilo de cada publicación traslucía ese sentir.
Con el tiempo, aquel proyecto acabó en vía muerta.
Dos años después, mi autor retomó aquel cuaderno de bitácora para reconstruirlo desde sus cimientos e intentar corregir sus defectos. ¡Y nací yo!
En mis inicios, fui un medio para satisfacer el deseo de compartir vivencias y reflexiones personales, así como textos y vídeos variados que gustaban a mi creador. Este navío quería traer a puerto todas aquellas mercancías que pudieran enriquecer a los que paseasen por sus páginas.
Con el paso del tiempo me he dado cuenta que soy todo eso y algo más. Si, sigo siendo el saco en el que se introducen todas aquellas vivencias, reflexiones, textos y videos que han enriquecido de una u otra manera a mi autor. Pero además, combinando palabras propias y prestadas, me estoy convirtiendo en el relato de un itinerario en el que mi creador describe su transformación. En mi se ha reunido todo aquello que ha formado parte (de alguna manera) de un proceso de ensanchamiento humano y espiritual, un proceso de evolución que aún continúa.

¡Bienvenidos!


miércoles, 17 de octubre de 2018

EL CAMBIO FUNDAMENTAL

En la última publicación de este blog leíamos estas palabras de Jiddu Krishnamurti:
 
Comprender un problema requiere cierta inteligencia, y esa inteligencia […] sólo aparece cuando nos damos cuenta pasivamente de todo el proceso de nuestra conciencia, lo cual significa darnos cuenta de nosotros mismos sin elección, sin elegir lo que está bien o mal. Si uno se da cuenta pasivamente, verá que en esa pasividad que no es holgazanería, ni tampoco estar dormido, sino estar muy atento, el problema tiene un significado muy diferente, lo cual quiere decir que no existe ninguna identificación con el problema y, por tanto, tampoco ningún juicio; eso permite que el problema pueda empezar a revelar su contenido.
 
Darse cuenta pasivamente, sin juzgar el problema… esta es una idea clave dentro del pensamiento de K. Si yo quiero explicar este concepto tendré que echar mano de un recuerdo.
 
Hace un par de años, realizaba un pequeño servicio en las celebraciones dominicales de una comunidad parroquial en Madrid. Unos días atrás, habían finalizado las fiestas de Navidad. En una reunión de uno de los grupos en los que yo estaba integrado, realizábamos una pequeña dinámica que nos invitaba a reflexionar sobre las cosas que nos hubiese gustado pedir a los Reyes Magos (bueno, quien dice “a los Reyes” debería decir “a Dios”).
 
Yo preferí callar y escuchar. Las respuestas fueron de lo más variadas, pero todas seguían una misma línea: “yo les pediría que me hicieran más tolerante… menos protestón… más comprensivo con los demás… más solidario… más amable… menos exigente con los defectos ajenos… menos inflexible…”. Después de escuchar a todos, sólo se me ocurrió decir lo siguiente: “yo le pediría a los Reyes Magos que me permitan conocerme a mí mismo”. Entonces, el párroco me dijo con cierto tono de ironía: “¡pues sí que has ido a pedir tú lo más difícil!”.
 
Cada vez que recuerdo aquello, sonrío. ¡Yo pedía lo más difícil! ¿Y ellos? ¿Acaso no estaban pidiendo un milagro? ¿No pedían que se les hiciera distintos de cómo eran? No obstante de aquel comentario, el conocimiento propio me sigue pareciendo (ahora como entonces) el camino más simple, ya que sólo así se podrá comprender por qué somos intolerantes, protestones, insolidarios, intratables, exigentes, inflexibles…
 
De nada me vale que yo le pida a Dios, a los ejércitos celestiales o al universo entero que me cambien. Si alguien quiere un cambio, debería comenzar por las raíces, de lo contrario sólo se quedará en un sencillo lavado de cara o en una simple operación de maquillaje. Carl Rogers lo explicaba de una forma muy sencilla: La curiosa paradoja es que cuando me acepto tal cual soy, entonces, puedo cambiar. Sin este viaje hasta lo hondo, de nada valen propósitos de enmienda, reformas e incluso revoluciones. En la tradición cristiana existe un concepto para hablar de esto: la metanoia, cambiar de mentalidad, la conversión desde lo profundo. Sin embargo, uno no puede llegar a una meta tan ambiciosa si no parte de un punto de salida.
 
La lectura de Jiddu Krishnamurti, entre otros, ha terminado confirmando mi intuición en aquella reunión. En las líneas que siguen a continuación, K. habla del punto de arranque para conseguir un cambio radial: escuchar, descubrir, comprender y aceptar nuestros procesos de pensamiento sin juzgarlos ni condenarlos.
 
La mayoría debe tomar consciencia de la necesidad de un cambio fundamental. Tenemos que afrontar innumerables problemas y debemos abordarlos de una forma diferente, quizá totalmente distinta. Me parece que, a menos que comprendamos la naturaleza interna de ese cambio, la simple reforma o revolución externa tendrá muy poca importancia. Es evidente que no necesitamos un cambio superficial, ni adaptarse o conformarse momentáneamente con un nuevo modelo, sino más bien una transformación fundamental de la mente, un cambio total, no meramente parcial.
 
Para comprender este problema del cambio, lo primero es comprender el proceso del pensar y la complejidad del conocimiento. A menos que lo investiguemos muy profundamente, cualquier cambio tendrá muy poco sentido, y limitarse a cambiar lo superficial precisamente da continuidad a eso que intentamos cambiar. Todas las revoluciones tienen como base cambiar la relación del hombre con el hombre, crear una sociedad mejor, una forma de vida diferente; pero cuando lo intentamos a través de un proceso gradual del tiempo los mismos abusos que la revolución pretendía eliminar se repiten nuevamente en una forma parecida, y aunque sea a manos de otras personas, sigue la misma estructura de siempre. Empezamos por cambios externos, por crear una sociedad sin clases, pero finalmente descubrimos que con el tiempo, por la presión de las circunstancias, el grupo diferente se ha convertido en la nueva clase alta; esa revolución nunca es radical ni fundamental.
 
Por eso me parece que cuando afrontamos tal cantidad de problemas, las reformas o ajustes superficiales no tienen ningún sentido, y si queremos producir un cambio duradero y eficaz debemos investigar lo que significa el cambio. Es cierto que cambiamos superficialmente presionados por las circunstancias, la propaganda, la necesidad o debido al deseo de amoldarnos a cierto modelo determinado; creo que uno debe darse cuenta de esto. Un nuevo invento, una reforma política, una guerra, una revolución social, un sistema disciplinario..., eso cambia la mente del hombre, pero sólo en la superficie. El hombre que de verdad quiere descubrir lo que significa un cambio fundamental, indudablemente debe investigar todo el proceso del pensar, es decir, la naturaleza de la mente y del conocimiento.
 
Así, pues, me gustaría hablar juntos de qué es la mente, de la naturaleza del conocimiento y dé lo que significa saber, porque si no comprendemos todo esto creo que no hay ninguna posibilidad de afrontar nuestros innumerables problemas de forma nueva, con una nueva manera de mirar la vida.
 
La vida de la mayoría es bastante fea, miserable, desdichada y mezquina. Nuestra existencia es una serie de conflictos, contradicciones, una lucha rutinaria, dolor, alegría fugaz, satisfacción pasajera. Estamos presionados por tantas regulaciones, tantas directrices y modelos que nunca conseguimos un instante de libertad, un sentimiento de plenitud. Vivimos en constante frustración porque siempre buscamos realizarnos; nuestra mente nunca tiene tranquilidad, vivimos angustiados por las diferentes exigencias. De modo que para comprender todos estos problemas e ir más allá es realmente necesario que empecemos por comprender la naturaleza del conocimiento y el funcionamiento de la mente.
 
[…] ¿Qué significa comprender? ¿Cuál es el estado de una mente que comprende? Cuándo dicen ‘comprendo’, ¿qué significa? La comprensión no es un proceso intelectual, no es el resultado de argumentar, nada tiene que ver con aceptar, negar o condenar; todo lo contrario, aceptar, rechazar y condenar impiden comprender. De hecho, para comprender es necesario un estado de atención en el cual no intervenga comparación o condena alguna, no se trata de esperar a ver cómo se desarrolla el tema que se investiga para luego estar o no de acuerdo. Más bien, toda opinión, condena o comparación quedan en suspenso, inactivas; uno simplemente escucha para descubrir con una actitud de investigar, lo cual significa que no empieza desde una conclusión. Así, uno se encuentra en un estado de atención, está realmente escuchando.
 
[…] Me gustaría investigar el problema del conocimiento por muy difícil que sea, porque si podemos comprender esta cuestión del conocimiento, creo que entonces seremos capaces de ir más allá de la mente. Y si la trascendemos o vamos más allá de ella, puede que la mente se libere de cualquier limitación, es decir que esté libre de todo esfuerzo, el cual limita la conciencia. A menos que vayamos más allá del proceso mecánico de la mente, es evidente que la verdadera creatividad es imposible, y sin lugar a dudas, necesitamos una mente creativa capaz de resolver esta cantidad enorme de problemas. Para comprender lo que es el conocimiento e ir más allá de lo parcial, de lo limitado, para experimentar aquello que es creativo, se necesita no sólo un instante de percepción, sino un darse cuenta constante, un continuo estado de investigación en el cual no exista conclusión alguna; después de todo, eso es inteligencia.
 
[…] Si realmente toman consciencia de sí mismos, de sus actividades, de sus motivaciones, de sus pensamientos y deseos, verán que viven en un estado de contradicción interna: «quiero» y, al mismo tiempo, «no quiero», «debo hacer esto», «no debo hacer aquello», etc. La mente vive todo el tiempo en estado de contradicción, y cuanto más fuerte es la contradicción, mayor es la confusión que generamos al actuar. Es decir, cuando aparece un reto que debemos afrontar, que no podemos eludir o escapar debido a que la mente se encuentra en estado de contradicción, la tensión de tener que afrontar ese reto fuerza a actuar, y esa acción produce más contradicción, más desdicha.
 
Charla pública en Nueva Delhi, 17 de febrero de 1960.
Fuente: J. Krishnamurti, Darse cuenta. La puerta de la inteligencia.
Gaia Ediciones, Madrid 2010, pp. 13-17.

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