EL BLOG SE PRESENTA...

EL BLOG SE PRESENTA...

Al cumplir los cuarenta, mi creador comenzó a hacerse las típicas preguntas asociadas a aquella edad: «¿qué he hecho con mi vida hasta ahora?», «¿qué pienso hacer a partir de ahora con ella?». Esas cuestiones fueron el motor de un blog con un carácter más bien “autobiográfico”, una suerte de “registro de recuerdos” que pretendía anotar algunas de sus vivencias personales y su impacto en él. Sin embargo, aquellas primeras páginas se expresaban en función del autoconcepto y el estado de ánimo del autor. Si ambos eran bajos, el estilo de cada publicación traslucía ese sentir.
Con el tiempo, aquel proyecto acabó en vía muerta.
Dos años después, mi autor retomó aquel cuaderno de bitácora para reconstruirlo desde sus cimientos e intentar corregir sus defectos. ¡Y nací yo!
En mis inicios, fui un medio para satisfacer el deseo de compartir vivencias y reflexiones personales, así como textos y vídeos variados que gustaban a mi creador. Este navío quería traer a puerto todas aquellas mercancías que pudieran enriquecer a los que paseasen por sus páginas.
Con el paso del tiempo me he dado cuenta que soy todo eso y algo más. Si, sigo siendo el saco en el que se introducen todas aquellas vivencias, reflexiones, textos y videos que han enriquecido de una u otra manera a mi autor. Pero además, combinando palabras propias y prestadas, me estoy convirtiendo en el relato de un itinerario en el que mi creador describe su transformación. En mi se ha reunido todo aquello que ha formado parte (de alguna manera) de un proceso de ensanchamiento humano y espiritual, un proceso de evolución que aún continúa.

¡Bienvenidos!


lunes, 5 de marzo de 2018

TEMOR DE DIOS

Esta expresión de “temor de Dios” es la que más me ha costado entender desde siempre. Una primera interpretación, quizá la más “natural”, es la que entiende dicho temor como el miedo a la ira o al castigo divino cuando se infringe algún mandamiento de su ley, o cuando se hace algo en contra de su voluntad. Este primer significado hablaría de un Dios justiciero, que castiga los pecados e infidelidades del hombre. Hablamos de un Dios amenazador al que algunos no les importará seguir. A mí me cuesta hacerlo.
 
Para dulcificar este primer sentido, hace tiempo que vengo escuchando a algunos hablar del temor no a la condena o al correctivo, sino a defraudar a quién nos ama y a quién decimos amar. Al final, el miedo sigue siendo el motor de la fe.
 
En cualquier caso, ¿no estamos ante un Dios con sentimientos demasiado “humanos” (celoso, con sentido de la apropiación, capaz de resentimiento) en relación con un ser humano temeroso de decepcionarle? La imagen de un Dios que reprocha, que echa en cara nuestra falta de amor hacia él, hace comprensible ese viejo aforismo ateo: no fue Dios quien creó al hombre a su imagen y semejanza, sino al revés, somos nosotros los que fabricamos imágenes de Dios demasiado “humanizadas”. No niego la necesidad de acudir a la analogía para poder hablar de Dios, pero en ocasiones nuestras propias palabras se convierten en una trampa.
 
No hace mucho tiempo, escuché a un sacerdote hablar de ese “temor de Dios” de una forma diferente a los dos últimos significados. El “temor” no hablaría del miedo sino del asombro, de la capacidad de sobrecogimiento. Esta forma de entender el “temor” habla de una vivencia común a todos los seres humanos, algo que está en la raíz de toda experiencia religiosa. Explicaré esta idea a través de la siguiente foto.
 
 
Esta fotografía (el campo ultraprofundo de Hubble) fue captada por el telescopio espacial Hubble, en órbita alrededor de la Tierra. Desde este telescopio se divisó un fragmento de cielo durante casi un millón de segundos, alrededor de once días, consiguiendo esta imagen increíblemente profunda del universo, donde se pueden ver objetos muy lejanos y apenas visibles. En los planos más cercanos de la fotografía pueden apreciarse algunas estrellas de nuestra propia Vía Láctea. Sin embargo, lo verdaderamente fascinante de esta imagen es que, más allá de estas estrellas en primer plano, lo que se aprecian son galaxias. De hecho, algunas de las galaxias más lejanas nunca vistas hasta la fecha son de esta imagen y están a trece mil millones de años luz de distancia.
 
Se estima que en esta fotografía aparecen 10.000 galaxias y cada una contiene miles de millones de estrellas, cada una tan grande como el Sol. Estamos pues ante una imagen de un universo increíblemente grande que nos hace descubrir lo extremadamente pequeños que somos los seres humanos.
 
Frente a semejante fotografía yo sólo soy capaz de sentir sobrecogimiento y fascinación. Damos demasiada importancia a nuestros pequeños “universos”, aquellos en los que habitualmente nos movemos, sin ser conscientes de lo minúsculos y frágiles que somos en comparación con esta inmensidad.
 
Este asombro es una de las expresiones de lo espiritual en el hombre. De hecho podría considerarse como la base de la experiencia espiritual. El animal observa, mira, pero no se admira de la realidad. Esto es lo que nos caracteriza como verdaderamente humanos. Según Francesc Torralba (F. Torralba, Inteligencia Espiritual, Plataforma Editorial, Barcelona, 2010), sin esta capacidad de maravillarse, de admirarse ante la realidad, el hombre nunca hubiera filosofado, ya que todo le parecería obvio y evidente. Esta misma fascinación es igualmente la madre de las ciencias naturales, ya que la admiración frente a los procesos de la naturaleza es lo que genera el deseo de explicarlos, de dar razón de ellos. Este deseo está en la raíz del desarrollo científico. De esta admiración surge también la sorpresa de vivir, ya que el ser humano toma conciencia de que existe pudiendo no existir, de que es un ser contingente. El hombre reconoce de esta forma su carácter efímero, relativo e insignificante, percibiéndose como una minúscula (casi ridícula) partícula del Todo.
 
Yo no sé usted, pero después de contemplar esta fotografía, me quedo con el último significado del “temor de Dios”: ese asombro, esa fascinación, ese sobrecogimiento frente a lo que es inmensamente mayor, frente a lo totalmente Otro, frente al misterio “tremendum et fascinans” del que hablaba Rudolf Otto. Y cualquier palabra que proceda de los labios del ser humano para describirlo siempre se quedará demasiado corta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario