Tras varios meses sin haber dado señales de vida, creo que ya es tiempo de reanudar la actividad de este pequeño pero querido espacio tras estos días tan festivos. Con este nuevo año no sólo iniciamos etapa nueva, sino también una nueva imagen, algo más acorde con el título de este blog.
Todo este tiempo lo he invertido en escribir, apuntar y reclutar algunos materiales merecedores de ser compartidos en esta plaza: de mis escasas lecturas en los últimos meses, de viejos materiales que aún guardo en mis archivos o de las publicaciones compartidas por amigos en Facebook.
Hoy, para comenzar, quiero traer aquí la siguiente historieta de mi muy estimado Mulá Nasrudín.
Nasrudín no estaba contento con su burro, por lo que pensó que lo lógico era venderlo y comprar otro. Por este motivo, fue al mercado, buscó al rematador y le entregó el burro para que lo subastase.
Cuando el animal fue presentado en la venta, el mulá se encontraba entre el público. “El próximo lote (gritó el rematador) es este soberbio, inigualable y maravilloso burro. ¿Quién comienza ofreciendo 5 piezas de oro?”
“¿Sólo 5 piezas por un burro?”, se sorprendió Nasrudín. Así que inició la puja. Mientras el precio subía más y más y el rematador cantaba elogios del burro en cada oferta, Nasrudín se sentía más ansioso por adquirirlo. La puja se circunscribió finalmente a un duelo entre el Mulá y un granjero. Nasrudín terminó comprando en 40 piezas de oro.
Le pagó al rematador su comisión de un tercio, se llevó su parte del dinero como vendedor y tomó posesión del burro como comprador. El valor del jumento era quizá de 20 piezas de oro. Por consiguiente, Nasrudín perdió dinero, sin embargo había comprado un animal cuyos méritos había ignorado hasta que fueron tan brillantemente enunciados por el rematador del pueblo.
“Nunca me pierdo un buen negocio”, se dijo Nasrudín mientras regresaba a casa con su adquisición.
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