Aquellos que han seguido este blog desde un principio habrán observado mi gusto por los cuentos y los relatos breves. Cuando los he publicado en este blog, siempre he intentado evitar añadirles una explicación o una moraleja al final. Lo que menos me gusta es darle una interpretación “oficial” a estas historias, ya que es la mejor manera de que cada una tenga la oportunidad de dejar su particular huella en cada persona.
Y para poder explicar esta idea, no se me ocurre nada mejor que hacerlo con este cuentecito:
El maestro sufí contaba siempre una parábola al finalizar cada clase, pero los alumnos no siempre entendían el sentido de la misma…
– Maestro, le encaró uno de ellos una tarde… Tú nos cuentas los cuentos pero no nos explicas su significado...
– Pido perdón por eso, se disculpó el maestro. Permíteme que en señal de reparación te convide con un rico melocotón.
– Gracias maestro, respondió halagado el discípulo.
– Quisiera, para agasajarte, pelarte tu melocotón yo mismo. ¿Me permites?
– Sí. Muchas gracias, dijo el discípulo.
– ¿Te gustaría que, ya que tengo en mi mano un cuchillo, te lo corte en trozos para que te sea más cómodo comerlo?
– Me encantaría... Pero no quisiera abusar de tu hospitalidad, maestro...
– No es un abuso si yo te lo ofrezco. Solo deseo complacerte... Permíteme también que te lo mastique antes de dártelo...
– No maestro. ¡No me gustaría que hicieras eso!, se quejó, sorprendido el discípulo.
El maestro hizo una pausa y dijo: Si yo os explicara el sentido de cada cuento... sería como daros a comer una fruta masticada.
Fuente: Jose Carlos
Bermejo. Regálame la salud de un cuento.
Sal Terrae. Santander,
2004.
No hay comentarios:
Publicar un comentario