EL BLOG SE PRESENTA...

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Al cumplir los cuarenta, mi creador comenzó a hacerse las típicas preguntas asociadas a aquella edad: «¿qué he hecho con mi vida hasta ahora?», «¿qué pienso hacer a partir de ahora con ella?». Esas cuestiones fueron el motor de un blog con un carácter más bien “autobiográfico”, una suerte de “registro de recuerdos” que pretendía anotar algunas de sus vivencias personales y su impacto en él. Sin embargo, aquellas primeras páginas se expresaban en función del autoconcepto y el estado de ánimo del autor. Si ambos eran bajos, el estilo de cada publicación traslucía ese sentir.
Con el tiempo, aquel proyecto acabó en vía muerta.
Dos años después, mi autor retomó aquel cuaderno de bitácora para reconstruirlo desde sus cimientos e intentar corregir sus defectos. ¡Y nací yo!
En mis inicios, fui un medio para satisfacer el deseo de compartir vivencias y reflexiones personales, así como textos y vídeos variados que gustaban a mi creador. Este navío quería traer a puerto todas aquellas mercancías que pudieran enriquecer a los que paseasen por sus páginas.
Con el paso del tiempo me he dado cuenta que soy todo eso y algo más. Si, sigo siendo el saco en el que se introducen todas aquellas vivencias, reflexiones, textos y videos que han enriquecido de una u otra manera a mi autor. Pero además, combinando palabras propias y prestadas, me estoy convirtiendo en el relato de un itinerario en el que mi creador describe su transformación. En mi se ha reunido todo aquello que ha formado parte (de alguna manera) de un proceso de ensanchamiento humano y espiritual, un proceso de evolución que aún continúa.

¡Bienvenidos!


domingo, 28 de julio de 2019

¿RELIGIONES PELIGROSAS?

El concilio Vaticano II, en su constitución pastoral Gaudium et spes, al hablar de las raíces del ateísmo afirma lo siguiente:
 
(…) El ateísmo, considerado en su total integridad, no es un fenómeno originario, sino un fenómeno derivado de varias causas. Entre las que se debe contar también la reacción crítica contra las religiones, y, ciertamente en algunas zonas del mundo, sobre todo contra la religión cristiana. Por la cual, en esta génesis del ateísmo pueden tener parte no pequeña los propios creyentes, en cuanto que, con el descuido de la educación religiosa, o con la exposición inadecuada de la doctrina, o incluso con los defectos de su vida religiosa, moral y social, han velado más bien que revelado el genuino rostro de Dios y de la religión (Gaudium et spes, n. 19).
 
Este texto del Concilio Vaticano no puede dejar indiferente. Señala directamente a los creyentes como parte responsable del fenómeno del ateísmo. No es la única causa, pero sí que es parte importante.
 
No dejan de venirme ahora a la memoria tantos y tantos creyentes (sin necesidad de concretar una religión, ya que en todas encontramos ejemplos) que han transmitido una imagen de Dios que habla más de sí mismos que de la divinidad; que han dibujado una idea inflexible del mundo o del ser humano, imponiendo una única manera de ver las cosas y excluyendo otras visiones de la realidad, defendiendo hasta el final una única manera de pensar a Dios y luchando (y hasta lapidando, quemando o haciendo la guerra) contra aquellos que creían diferente, defendiendo hasta el final que la suya era la única verdad.
 
Los hay que han sido también incoherentes, hablando de cosas que luego ellos mismos fueron incapaces de practicar, cargando pesados yugos sobre sus iguales, considerándose mejores testigos de la fe o más justos ante Dios que los demás, o buscando la admiración o el aplauso de otros.
 
Sin embargo, no todo son sombras…
 
Hoy continuaré dejando quejarse a mi “yo escéptico” a través de las palabras de André Comte-Sponville, del que ya tuvimos la oportunidad de leer en la última publicación de este blog alguno de sus argumentos para justificar su ateísmo. En las líneas que siguen, el pensador francés habla del lado más abominable de las religiones. Sin embargo, este hecho no es para él un argumento más para ser ateo. La imperfección de las religiones no prueba la existencia o inexistencia de Dios. Tan sólo es muestra del lado más oscuro del ser humano. Por ende, el testimonio de fe termina convirtiéndose en prueba de los intereses, miedos y frustraciones del hombre.
 
¿Por qué no creo en Dios? Por múltiples razones, no todas racionales. La sensibilidad también desempeña un papel en este campo (sí, existe una sensibilidad metafísica), y la biografía, y lo imaginario, y la cultura, quizá también la gracia, para quienes creen en ella, o el inconsciente. ¿Quién puede evaluar el peso de la familia, de los amigos, de la época? Como aquí se trata de un libro de filosofía, y no de una autobiografía, se me disculpará que me atenga sólo a argumentos racionales. Podrían ser muy numerosos: veinticinco siglos de filosofía apilaron, en ambos campos, un monto de argumentación casi inagotable. Al no ser mi propósito el mismo que el del historiador ni es mi intención escribir un tratado voluminoso, me ceñiré a (…) aquellos que considero más fuertes o que, personalmente, me convencen más.
 
Deliberadamente, dejo de lado todo lo que se puede reprochar a las religiones o a las Iglesias, desde luego siempre imperfectas, y a menudo detestables, incluso a veces criminales, pero cuyos errores no afectan al meollo de la cuestión. La Inquisición o el terrorismo islamista, por no tomar más que dos ejemplos, ilustran claramente la peligrosidad de las religiones, pero nada dicen acerca de la existencia de Dios. Por definición, la religión es humana. Que todas tengan las manos ensangrentadas podría volvernos misántropos, pero no sería suficiente para justificar el ateísmo, que, por su parte, históricamente, tampoco estaría exento de reproches, especialmente en el siglo XX, ni de crímenes.
 
No es la fe la que incita a las matanzas. Es el fanatismo, ya sea religioso o político. Es la intolerancia. Es el odio. Puede ser peligroso creer en Dios. Recordad la noche de san Bartolomé, las Cruzadas, las guerras de religión, el yihad, los atentados del 11 de septiembre de 2001... Puede ser peligroso no creer en él. Recordad a Stalin, Mao Tsé-Tung o Pol Pot... ¿Quién hará el balance entre una y otra parte, y qué podría significar? El horror es innumerable, con o sin Dios. Lamentablemente, esto nos enseña más sobre la humanidad que sobre la religión.
 
Y luego, también existen, tanto entre los creyentes como entre los incrédulos, héroes admirables, artistas o pensadores geniales, y seres humanos conmovedores. Condenar en bloque lo que creyeron sería traicionarlos. Tengo demasiada admiración por Pascal y Leibniz, Bach o Tolstoi -sin hablar de Gandhi, Etty Hillesum o Martin Luther King- como para poder despreciar la fe a que apelaban. Y demasiado afecto por varios creyentes, entre mis allegados, como para pretender herirlos de ninguna manera. El desacuerdo, entre amigos, puede ser sano, estimulante, alegre. La condescendencia o el desprecio, no. Después de todo, tengo poca simpatía por los panfletos y las polémicas. La verdad es lo que importa, no la victoria. Y en este capítulo, es Dios lo que me interesa, y no sus confidentes o sus celadores.
 
André Comte-Sponville. El alma del ateísmo. Introducción a una espiritualidad sin Dios. Paidós, Barcelona 2014, pp. 89-90.
 

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