Después de esta “pausa navideña”, regreso por este zoco a traer de nuevo mis humildes mercaderías. Hace mucho tiempo que no cuelgo en este blog un cuentecito de mi amigo Nasrudín. Ahora no recuerdo dónde encontré este relato, pero es de esas historias que tanto me gusta compartir para dar que pensar un poquito. Cuenta lo siguiente:
Nasrudín estaba caminando por un camino solitario una noche a la luz de la luna cuando escuchó un ronquido, en algún lugar, que parecía estar abajo suyo. De repente, le dio miedo y estaba a punto de salir corriendo cuando tropezó con un derviche acostado en una celda que se había excavado para él, en parte subterránea.
“¿Quién eres?”, preguntó el Mulá.
“Soy un derviche, y este es mi lugar de contemplación”.
“Vas a tener que dejarme compartirlo. Tu ronquido me asustó demasiado y no puedo seguir adelante esta noche”.
“Toma, entonces, la otra punta de esta manta y acuéstate aquí”, dijo el derviche sin entusiasmo. “Por favor, permanece en silencio, porque estoy manteniendo una vigilia. Es una parte de una complicada serie de ejercicios. Mañana tengo que cambiar la rutina y no puedo soportar la interrupción”.
Nasrudín se durmió por un rato. Luego se despertó y sintió su boca seca como un desierto.
“Tengo sed”, le dijo al derviche.
“Entonces, vuelve por el camino, donde hay un arroyo”.
“No, todavía tengo miedo”.
“Entonces, tendré que ir yo en tu lugar”, dijo el derviche. “Después de todo, proveer agua es una obligación sagrada en el Este”.
“No, no vayas. Voy a tener miedo si me quedo solo”.
“Toma este cuchillo, entonces, para defenderte”, dijo el derviche.
“¡Mantén tu distancia o te mato!”, dijo Nasrudín.
“Pero, ¡si soy el derviche!”.
“No me importa quién eres, podrías ser un demonio disfrazado”.
“¡Pero vine a traerte el agua! ¿No te acuerdas? ¡Tienes sed!”.
“¡No trates de congraciarte conmigo, demonio!”.
“¡Pero esa es mi celda, la que estás ocupando!”.
“Mala suerte para ti, ¿no es así? Vas a tener que encontrarte otra”.
“Supongo que sí”, dijo el derviche. “Pero, no sé qué pensar de todo esto”.
“Te puedo decir una cosa, dijo Nasrudín, y es que el miedo es tiene muchas direcciones”.
“Ciertamente. Parece ser más fuerte que la sed, o la salud, o la propiedad ajena”, dijo el derviche.
“¡Y no tienes que tenerlo tú mismo para sufrir por su causa!”, dijo Nasrudín.
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