EL BLOG SE PRESENTA...

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Al cumplir los cuarenta, mi creador comenzó a hacerse las típicas preguntas asociadas a aquella edad: «¿qué he hecho con mi vida hasta ahora?», «¿qué pienso hacer a partir de ahora con ella?». Esas cuestiones fueron el motor de un blog con un carácter más bien “autobiográfico”, una suerte de “registro de recuerdos” que pretendía anotar algunas de sus vivencias personales y su impacto en él. Sin embargo, aquellas primeras páginas se expresaban en función del autoconcepto y el estado de ánimo del autor. Si ambos eran bajos, el estilo de cada publicación traslucía ese sentir.
Con el tiempo, aquel proyecto acabó en vía muerta.
Dos años después, mi autor retomó aquel cuaderno de bitácora para reconstruirlo desde sus cimientos e intentar corregir sus defectos. ¡Y nací yo!
En mis inicios, fui un medio para satisfacer el deseo de compartir vivencias y reflexiones personales, así como textos y vídeos variados que gustaban a mi creador. Este navío quería traer a puerto todas aquellas mercancías que pudieran enriquecer a los que paseasen por sus páginas.
Con el paso del tiempo me he dado cuenta que soy todo eso y algo más. Si, sigo siendo el saco en el que se introducen todas aquellas vivencias, reflexiones, textos y videos que han enriquecido de una u otra manera a mi autor. Pero además, combinando palabras propias y prestadas, me estoy convirtiendo en el relato de un itinerario en el que mi creador describe su transformación. En mi se ha reunido todo aquello que ha formado parte (de alguna manera) de un proceso de ensanchamiento humano y espiritual, un proceso de evolución que aún continúa.

¡Bienvenidos!


domingo, 29 de noviembre de 2015

REFLEXIONES JUNTO A UNA ESCOBA

 
Hace más de cinco años consideré la posibilidad de convertirme en monje y para discernir esa vocación hice una experiencia de vida en un monasterio de la orden cisterciense. Por las tardes, en el escritorio del noviciado, dedicaba algunos minutos a escribir en un pequeño cuaderno lo ocurrido en el transcurso del día. De aquellas anotaciones plagadas de ocurrencias más o menos ingenuas, de vivencias y de lecciones aprendidas durante esos días, hoy quiero recuperar algunas de sus líneas para este blog.
 
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Martes, 24 de febrero de 2010 (Martes de la primera semana de Cuaresma).
 
Hoy ha sido mi primer día de trabajo, ya que ayer lunes la comunidad tuvo retiro y no se trabajó en el monasterio. La tarea que me han encomendado ha consistido en la limpieza del garaje. Me han dejado solo, barriendo el barro que, tras estos días de lluvia, ha venido pegado a las ruedas de la furgoneta. Antes de empezar, el maestro de novicios me ha explicado que el trabajo es una extensión de la vida de oración de un monje. Pero, ¿cómo orar mientras se barre un suelo?
 
Con esta pregunta he comenzado mi tarea, y me he puesto a meditar en todo lo sucedido durante estos tres días que llevo aquí, en las cosas que he escuchado en las homilías, o en las breves palabras que haya podido cruzar con alguno de los monjes. En medio de mis reflexiones, ha aparecido en mi mente un pensamiento “graciosillo” (por definirlo de alguna manera). En ocasiones me vienen estas ideas, y no sé de dónde me surgen. A veces son ingeniosísimas, pero otras son auténticas payasadas. Pues bien, la “genialidad” en esta ocasión ha sido la siguiente: que la naturaleza del garaje es como la del palo de un gallinero: siempre lleno de porquería. Con semejantes ocurrencias a lo único a lo que aspiro es a la risa ajena y, lo confieso, disfruto un montón si lo consigo.
 
En ese momento apareció en el garaje el cocinero de la comunidad. Y ya que estaba allí, quise poner a prueba la ingeniosidad de mi ocurrencia, por lo que empecé a decirle: «me estoy dando cuenta de que la naturaleza de los garajes es como la naturaleza de…». Sin dejarme concluir la frase, me interrumpió el monje para decir: «…como la naturaleza del hombre, ¿verdad?». «Hombre –repuse– yo iba a decir que es como la naturaleza del palo de un gallinero, siempre lleno de porquería».
 
El chiste se fastidió, pero semejante respuesta hizo que cambiara el rumbo de mi reflexión. ¡Qué extrañas situaciones pueden enseñarte algo nuevo! Continué con mi tarea, pero ahora meditando sobre “las suciedades” en el interior del hombre, y sobre la forma que Dios tiene de limpiarlas.
 
Llegando a la puerta del garaje, la corriente de aire empujaba de nuevo hacia el interior la suciedad que ya tenía barrida. «Qué fastidio –pensaba yo para mis adentros–, cuanto más cerca de la puerta se está, más me estorba el viento, haciendo que el polvo retorne al interior. Este viento, ¿podría simbolizar las contradicciones?... ¿o tal vez las tentaciones de la vida que vuelven a ensuciar el interior?... O, quizás, lo que parece viento en contra que impide esa limpieza, pueda interpretarse como un medio del que Dios se aprovecha para ayudarse en la tarea de barrer mejor las “suciedades” del alma, recogiendo ese polvo de otra forma… ¿Cuáles son esos “vientos en contra”?... ¿Dios limpia el barro de mi interior de la misma forma?... Igual creo que el viento es algo negativo, cuando en realidad es algo de lo que también Dios se sirve… Ahora bien, ¿cómo saber discernir esos vientos…?».

En esta “tarea mental” he estado empleando toda la mañana, hasta que la campana nos ha avisado del final del trabajo. Tocaba volver a la habitación para ducharse y acudir al rezo de sexta.
 
Esta tarde, en el escritorio, he estado leyendo uno de los libros que me ha dejado el maestro de novicios. Las siguientes líneas me han llamado la atención:
 
Lo que Dios espera del monje como respuesta a su llamada y como acogida a su don es una habitual actitud de atención, de docilidad y de disponibilidad. Cuando nos dejamos llevar del mucho hablar, no somos capaces de escuchar; nos llenamos de nuestros propios negocios, y estos nos llenan y nos proyectan hacia fuera.
 
¡Esto si que es bueno! «Cuando nos dejamos llevar del mucho hablar… nos llenamos de nuestros propios negocios...», o cuando nos llenamos de nuestros pensamientos, o cuando le damos vueltas a los símbolos.
 
Me siento como un estúpido: ¿qué he hecho durante toda esta mañana sino perderme en disquisiciones sin fin concreto?
 
Tengo la sensación de que aquí estoy encontrándome con cosas que no esperaba.

CONTINUARÁ...

domingo, 22 de noviembre de 2015

LA ENTRADA EN EL DESIERTO (3ª PARTE)

Continúa desde La entrada en el desierto (2ª parte)
 
Esta mañana, el timbre ha tocado a las 4:30 de la madrugada, con tiempo justo para lavarme, arreglar la cama y bajar para el primer rezo de la jornada: las vigilias. En alguna de mis visitas a la hospedería de este monasterio he acudido a esta oración, pero nunca ha sido lo habitual. Tendré que acostumbrarme a hacerlo todos los días a partir de ahora.
 
Tras vigilias he bajado de nuevo al escritorio del noviciado para hacer lo que aquí los monjes denominan “lectio”: una forma de orar con la Biblia haciendo una lectura continuada, reposada y meditada de la misma. Este rato de “lectio” me ha gustado, ya que en Madrid tengo pocas posibilidades de encontrar estos espacios tranquilos para leer y meditar lo leído. A lo máximo que llego es a hacer una lectura continuada de la Palabra, pero sin meditarla apenas.
 
Antes de las 7:30, un nuevo toque del timbre nos ha recordado la hora de laudes. Entre semana, las laudes y la eucaristía se celebran juntas, pero como hoy es domingo, sólo hemos rezado laudes. Al terminar, hemos pasado a la sala capitular, para escuchar la charla que el abad dirige a la comunidad este día. Luego hemos ido al refectorio a desayunar. Lo cierto es que ya tenía bastante hambre después de estar levantado y en ayunas más de tres horas y media.
 
Hasta la hora de la misa, he paseado un poco por el claustro y por el bosque que hay en la parte trasera del monasterio; en fin, he intentado llenar de nuevo el tiempo lo mejor posible. La misa la hemos celebrado a las 11:30. Al finalizar, he tenido una conversación con el maestro de novicios para compartir mis primeras impresiones de la vida en la clausura.
 
 
Antes de sexta, he aprovechado a subir a la habitación a dejar una cosa. En el pasillo donde está mi habitación, me he encontrado con uno de los monjes. Me ha preguntado si estaba allí para hacer el mes de prueba. Yo le he contestado que pasaré allí toda la cuaresma. Sólo me ha respondido con una frase: «Pues entra en el desierto... ¡y que te hable!».
 

domingo, 15 de noviembre de 2015

PARA UN MUNDO SIN RAZÓN

Quería haber publicado otra cosa, pero hoy, en medio de un mundo que parece abocado a la locura y a la sinrazón, me ha parecido más oportuno compartir esta joya perteneciente a la película “The Great Dictator”.

 
 
 
Lo siento... pero yo no quiero ser emperador. Ese no es mi oficio. Yo no quiero gobernar ni conquistar a nadie. Quisiera ayudar a todos si fuera posible: judíos, gentiles, negros, blancos.
 
Todos queremos ayudarnos los unos a los otros; los seres humanos somos así. Queremos hacer felices a los demás, no hacerlos desgraciados. No queremos odiar ni despreciar a nadie. En este mundo hay sitio para todos y la buena tierra es rica y puede alimentar a todos los seres. La manera de vivir puede ser libre y hermosa, pero hemos perdido el rumbo.
 
La codicia ha envenenado las almas de los hombres, ha dividido el mundo con barricadas de odio, nos ha llevado con paso militar hacia la miseria y el derramamiento de sangre. Hemos desarrollado velocidad, pero nos hemos encerrado en nosotros mismos. La maquinaria que da abundancia, nos ha dejado en la indigencia. Nuestros conocimientos nos ha hecho cínicos, nuestra inteligencia, duros y crueles.
 
Pensamos demasiado, sentimos muy poco.
 
Más que maquinaria necesitamos humanidad. Más que inteligencia, necesitamos amabilidad y dulzura. Sin estas cualidades la vida será violenta y se perderá todo. Los aviones y la radio nos han acercado. La propia naturaleza de estos inventos exige la bondad humana, exige la hermandad universal, la unidad de todos nosotros. Incluso ahora, mi voz llega a millones en todo el mundo, millones de hombres desesperados, mujeres y niños, víctimas de un sistema que hace que los hombres torturen y encarcelen a personas inocentes.
 
A los que puedan oírme, les digo: ¡no desesperéis!
 
La miseria que está ahora sobre nosotros no es más que el paso de la avaricia, la amargura de los hombres que temen el camino del progreso humano. El odio de los hombres pasará y los dictadores caerán, y el poder que se le quitó al pueblo volverá al pueblo, y mientras los hombres mueran por ella, la libertad no perecerá.
 
¡Soldados! ¡No os entreguéis a las fieras, hombres que os desprecian y os esclavizan, que reglamentan vuestras vidas y os dicen qué tenéis que hacer, qué decir y qué sentir! ¡Que os martirizan, os hacen ayunar, os tratan como a ganado, os utilizan como carne de cañón! ¡No os entreguéis a estos antinaturales hombres-máquina, con cerebros de máquina y corazones de máquina! ¡Vosotros no sois máquinas! ¡No sois ganado! ¡Sois hombres! ¡Lleváis amor de la Humanidad en vuestros corazones! ¡No odiáis! Sólo los que no son amados odian, los no amados y los antinaturales. ¡Soldados! ¡No luchéis por la esclavitud! ¡Luchad por la libertad!
 
En el capítulo 17 de San Lucas está escrito: "El Reino de Dios está dentro del hombre”, no en un hombre, ni en un grupo de hombres, sino en todos los hombres ¡En vosotros!
 
¡Vosotros, el pueblo, tenéis el poder! ¡El poder de crear máquinas, el poder de crear felicidad, el poder de hacer esta vida libre y hermosa, de hacer de esta vida una maravillosa aventura! ¡Entonces, en nombre de la democracia, utilicemos ese poder! ¡Unámonos todos! ¡Luchemos por un mundo nuevo, un mundo digno que dé a los hombres la oportunidad de trabajar, que dé a la juventud un futuro y a la vejez seguridad! Con la promesa de esas cosas, las fieras subieron al poder. ¡Pero mienten! Nunca cumplen sus promesas. ¡Nunca lo harán! ¡Los dictadores son libres ellos mismos, pero esclavizan al pueblo!
 
¡Ahora luchemos para realizar esa promesa! ¡Luchemos para liberar al mundo! ¡Para acabar con las barreras nacionales! ¡Para acabar con la ambición, con el odio y la intolerancia! ¡Luchemos por un mundo de la razón, un mundo donde la ciencia y el progreso conducirán a todos los hombres hacia la felicidad! ¡Soldados! ¡En nombre de la democracia, unámonos todos!

domingo, 1 de noviembre de 2015

LA ENTRADA EN EL DESIERTO (2ª PARTE)

 
Entorno a las 15:30h, después de la siesta (que yo no pude hacer por estar deshaciendo mi equipaje), bajamos de nuevo a la capilla para el rezo de nona. Nuevamente me senté en el espacio reservado a los huéspedes. Después de acabado el rezo, cuando la capilla quedó vacía, el maestro de novicios se me acercó y me indicó el lugar que deberé ocupar junto a los monjes. Además me entregó los libros con los salmos y los himnos que emplearé para el rezo de las horas.
 
Después de dejar colocado todo en mi asiento, bajé al escritorio del noviciado para ocupar en él una mesa. Al monasterio he traído una Biblia y además unos libros que pretendía leer en los ratos libres que puedan quedarme. Sin embargo, el maestro de novicios me ha dejado otras cosas para estudiar. Debo reconocer que me ha contrariado un poco no poder utilizar lo que he traído. Son tres libros y un par de cuadernillos para el estudio de la Biblia que han ocupado un espacio en mi equipaje. De haberlo sabido, me hubiera ahorrado cargar con ellos; no obstante, lo he acabado aceptando. Supongo que esto también forma parte de la vida del monasterio: tener que hacer, a veces, cosas contra la propia apetencia o que nada tienen que ver con lo que habías proyectado. Pero, ¿por qué pensar que este es el único lugar donde tales situaciones suceden? La vida en el exterior también tiene sus pequeñas contrariedades que debes aceptar, por mucho que enoje el tener que hacerlo.
 
En el escritorio, organicé un poco mi mesa y luego pasé el resto de la tarde leyendo. La verdad es que este espacio no está mal. Es como la sala de lectura de una biblioteca, pero con vistas al huerto del monasterio. Ahora lo ocupamos cuatro personas: un novicio, el maestro de novicios, mi compañero de prueba y yo. El ambiente me vendrá bien para centrarme en la lectura, ya que cuando estoy solo, tiendo a dispersarme demasiado.
 
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Pasadas las 18:30h sonó el timbre que avisaba para vísperas. Vuelta a la capilla. Sin embargo, ahora ya ocupaba un lugar entre los monjes en el coro. Es una sensación extraña, ya que siempre me he sentado en la zona de los huéspedes. Aún me noto raro. La distancia entre el sitio que siempre he ocupado y el que ahora ocupo es, psicológicamente, más grande de lo que podría haber imaginado nunca. Antes yo estaba allí, y ahora estoy en este lado. La perspectiva se me hace extraña.
 
Tras la hora de vísperas, los monjes tienen un espacio de tiempo para la oración personal. Durante todo ese rato no paré de darle vueltas a la cabeza preguntándome: «¿qué demonios estoy haciendo yo aquí?». Al final terminaba concluyendo lo mismo: «a fin de cuentas, si no hago esta prueba, no sabré nunca en qué consiste este tipo de vida».
 
A las 19:30h pasadas, abandonamos la capilla y nos dirigimos de nuevo al refectorio. En las cenas hay plato único y fruta. Afortunadamente no estoy acostumbrado a cenar mucho por las noches. Luego de terminar, tuve que fregar mi plato ya que aquí cada uno se friega el suyo en la cena. Después me dediqué a dar vueltas por el claustro. Aún no sé muy bien qué hacer con estos espacios de tiempo muerto, puede que con el paso de los días vaya aprendiendo a rellenarlos.
 
A las 20:30h estábamos de nuevo en la capilla para el rezo de completas, la última oración comunitaria de la jornada. Después del canto de la Salve, recibimos la bendición del abad y nos fuimos a dormir.